jueves, 1 de septiembre de 2011

El deseo por el hedonismo - Acuarios

El entretenimiento con animales defiende como su objetivo principal la pedagogía. Desafortunadamente, lo único que logra es crear un momento agradable para el público a costa del sufrimiento animal. Específicamente sobre los acuarios, el entrenador de delfines de Flipper dice que “quieren hacerte creer que Dios puso [a los delfines] ahí o [que] ellos los rescataron… si la gente supiera la verdad, nadie compraría un boleto”.

Los mamíferos marinos sufren de quemaduras en piel y ojos por el cloro que se utiliza para mantener el agua de sus albercas clara. Muchos han quedado ciegos. Además, el eco del sonar que usan para determinar el tamaño y forma de los objetos rebota en las paredes y los aturde, lo que puede llevar a los delfines a la locura.

Los métodos más utilizados para entrenar a los delfines son privarlos de comida o mantenerlos en aislamiento. Orcas y delfines viven en manadas de hasta 100 miembros: recluirlos en una alberca es tortura psicológica.



Durante su vida en cautiverio, los animales sufren de estrés constante, que puede desembocar en conductas anormales. PETA informa que algunos de los delfines en acuarios mastican el concreto de sus tanques hasta que destruyen sus dientes y otros han manifestado comportamientos suicidas al no salir a la superficie por aire. Jacques Cousteau cuenta que, al día siguiente de capturar delfines para su acuario, encontró a uno muerto. Había estrellado su cabeza contra las paredes del estanque hasta su muerte.

El resultado del estrés puede llegar a ser peligroso. En el 2010, en el SeaWorld de Florida, una orca mordió a su entrenadora durante un espectáculo, la llevó al fondo de su piscina y la sujetó hasta ahogarla. Éste no fue un caso aislado. Años antes, esta ballena ya había sido partícipe de dos asesinatos y aún así permanece en escena hasta hoy.

La solución es no fomentar este tipo de actividades. Podemos leer libros y ver documentales para aprender sobre los animales marinos en lugar de ir a los acuarios. Cousteau decidió cambiar el enfoque de su parque y ahora no cuenta con animales vivos, sino que usa efectos especiales y simulacros de expediciones submarinas, videos interactivos y modelos a escala.

sábado, 23 de julio de 2011

Puros cuentos


¡Amigos! Disculpen que haya abandonado mi blog sin siquiera dar una explicación. Lo que pasa no es sólo que dejé de publicar entradas por vacaciones, sino que surgió un inesperado viaje a Estados Unidos y pues, bueno, me tuve que ir. Sin embargo, tengo dos noticias que me ponen muy feliz :D. En primer lugar, mi gran amigo y escritor Leonardo Ortega recopiló y publicó un libro de cuentos titulado "Puros cuentos" que pueden comprar por Amazon :D. El libro tiene cuentos de diez autores:

Amadeo Estrada
César Reyes Carranza
Davo Valdés de la Campa
Francisco J. Ortega Oseguera
Jonathan Muñoz Ovalle
Leonardo Ortega y Olivares
Rosalba Gómez
Yolanda Román Carreto
Y yo, Ana Martínez Casas :D


El segundo anuncio es que publicaron dos de mis cuentos en otra antología de cuento editada por Cofradía de Coyotes, S. C. Pero de ella hablaré y daré más datos en la siguiente entrada :D.

¡Una mordida!

jueves, 23 de junio de 2011

Segundo evento de El órgano de Destrudo


¡No lo olviden! Este sábado 25 de junio los esperamos a las 6:00 en el restaurant-bar El Brujo en Tepoztlán

El órgano de Destrudo

Invita

Lectura de cuentos de terror médico de Ana Martínez Casas
Plática de cine de terror con Davo Valdés
Plática acerca de los mecanismos del terror con José Quezada
Museo del horror
Subasta de arte

25 de junio de 2011 a las 18:00 hrs
Entrada libre
Restaurant-Bar El Brujo
Av. 5 de mayo no. 2 Plaza Torres
Centro Histórico. Tepoztlán, Morelos

Entrada únicamente a personas mayores de 18 años
Si persisten las molestias, consulte a su médico

Evento apoyado por el Programa al Estímulo de la Creación y Desarrollo Artístico

miércoles, 22 de junio de 2011

El órgano de Destrudo: libro de cuentos de terror médico

Se presentará por primera vez El órgano de Destrudo en Cuernavaca y Tepoztlán

Cirujanos asesinos, enfermeras que torturan a sus pacientes, ginecólogos violadores, veterinarias con preferencias sexuales zoofílicas, todos estos son personajes del libro de cuentos de Ana Martínez Casas. El órgano de Destrudo es un proyecto literario que la joven escritora ha escrito desde febrero y terminará en noviembre de este año con el apoyo al Programa al Estímulo de la Creación y al Desarrollo Artístico (PECDA) de Morelos 2011. Casas ha definido el género de su libro como “terror médico”, ya que pretende reflexionar sobre el poder y la influencia que ejercen los doctores sobre la sociedad, y refleja sus implicaciones y consecuencias en los cuentos.

Para la difusión de El órgano de Destrudo, se llevarán a cabo dos eventos que se encontrarán inmersos en una atmósfera hospitalaria, ya que los espacios donde se realicen estarán decorados como un museo del horror en el que se expongan radiografías, material médico, e ilustraciones y fotografías que estén basadas en los cuentos de Casas. En cada uno de los eventos habrá lectura de los cuentos de terror médico de Ana Martínez Casas, una plática de cine de terror impartida por Davo Valdés de la Campa, una plática acerca de los mecanismos del terror por José Quezada y una subasta de las obras de arte expuestas en la exhibición, tras la premiación de los ganadores de la primera convocatoria de El órgano de Destrudo.

La primera convocatoria de El órgano de Destrudo consistió en una actividad multidisciplinaria en la que músicos, artistas visuales, actores, entre otros artistas, debían crear una obra de arte inspirada en los cuentos del proyecto. Actualmente, está abierta la segunda convocatoria, la cual consiste en la misma dinámica y cuyas bases pueden consultarse en el enlace http://www.facebook.com/organodestrudo.

Las lecturas se llevarán a cabo el próximo sábado 18 de junio en el Centro Cultural El Manojo a las 18:00 horas en la ciudad de Cuernavaca y el sábado 25 del mismo mes en el Restaurant Bar El Brujo a las 18:00 horas en el municipio de Tepoztlán. La entrada será únicamente para mayores de 18 años.

Para más información sobre El órgano de Destrudo, visita la página http://www.facebook.com/organodestrudo.

sábado, 18 de junio de 2011

Entrevista a Ana Martínez Casas sobre El órgano de Destrudo

Sí, he posteado mucho en mi blog sobre El órgano de Destrudo sin realmente explicar qué es. Con el apoyo del PECDA (Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico) de Morelos 2011, he estado escribiendo un libro de cuentos de terror médico desde febrero de este año titulado El órgano de Destrudo. ¿Qué es un órgano de Destrudo? ¿Qué es el terror médico? Éstas son preguntas que respondo al escritor y periodista Amaury Colmenares en la entrevista que me hizo para el periódico La Jornada Morelos. Para leer la entrevista, pueden entrar al enlace http://www.jornadamorelos.com/2011/06/18/cultura_nota_04.php y para saber más sobre El órgano de Destrudo, visiten la página http://www.facebook.com/organodestrudo.

¡Y no falten hoy a las 18:00 horas al Manojo! Habrá lectura de cuento, plática sobre cine de terror y sus mecanismos, museo del horror y subasta de arte :D.

¡Una mordida!

sábado, 11 de junio de 2011

¿Le tienes miedo al doctor, dentista, ginecólogo o veterinario?


¿Le tienes miedo al doctor, dentista, ginecólogo o veterinario? Este es tu evento, ¡no falten! Los esperamos el próximo sábado 18 a las 18:00 horas en el Centro Cultural El Manojo en Cuernavaca Morelos :D

Aquí pueden checar el evento en Facebook http://www.facebook.com/#!/event.php?eid=124658110948104

domingo, 5 de junio de 2011

Segunda convocatoria de El órgano de Destrudo

Con el objetivo de fomentar la interdisciplinaridad y la difusión de la obra de artistas emergentes

Se convoca a fotógrafos, artistas visuales, actores, músicos, escritores y demás creadores
a participar en la segunda convocatoria de El órgano de Destrudo

Bases:
1. El órgano de Destrudo es un libro de cuentos sobre terror médico de Ana Martínez Casas.

2. El terror médico o terror científico es un tipo de narración que se sirve de la medicina como vehículo para causar temor, ya que hace evidente el poder implícito que radica en la ciencia y, a la vez, denuncia las consecuencias del mal uso que el hombre puede hacer de ésta.

3. El concurso consiste en representar por medio de la música, la literatura, las artes visuales, escénicas y/o mixtas cuentos de terror médico que forman parte del proyecto literario El órgano de Destrudo.

4. La temática es libre, siempre y cuando las obras estén basadas en uno de los cuentos. Se recomienda utilizar motivos médicos, ya que son la esencia del proyecto.

5. Para concursar, los participantes deberán:
1) Tener una cuenta en Facebook.
2) Entrar a la página http://www.facebook.com/groups/organodestrudo
3) Dar click en el botón “Pedir unirme al grupo” que se encuentra en la esquina superior derecha de la página.

6. En un breve lapso de tiempo el administrador de la página añadirá al participante al grupo.

7. Dicha plataforma tendrá como objetivos: (1) que el participante tenga acceso a los cuentos en los que se deberá basar para realizar su obra y (2) una abierta comunicación con la autora por si surgen dudas.

8. Ya que el propósito de El órgano de Destrudo es la difusión de la obra misma y de las obras ganadoras de esta convocatoria mediante dos eventos organizados por la autora del libro, quedará inmediatamente descalificado, eliminado y bloqueado del grupo todo aquel que distribuya, reproduzca y/o viole los derechos de autor de los cuentos de El órgano de Destrudo (los cuales se encuentran registrados por INDAUTOR).

9. Las categorías a participar son fotografía, dibujo, pintura, música, literatura, estatuas humanas, medios mixtos y cualquier otra categoría no mencionada.

10. Cuando su obra esté acabada, los concursantes deberán enviar sus datos (nombre(s), pseudónimo (si es que lo hay), edad, ciudad, teléfono celular y correo electrónico) y su obra junto con las especificaciones (título, técnica, medidas y título del cuento en el que está basada) por correo electrónico a organodestrudo@gmail.com. En el asunto del correo se deberá especificar la categoría en la que se concursa.

11. Los participantes podrán participar en una o más categorías y en uno o más cuentos. De concursar en varias categorías, se mandarán correos electrónicos por separado, uno por cada categoría.

12. Los artistas que resulten seleccionados deberán presentar el original de la obra. De resultar ganadores y no contar con éste, los artistas resultarán descalificados.

13. La fecha límite de recepción de trabajos será el 30 de septiembre de 2011.

14. El resultado se dará a conocer a través de la página El órgano de Destrudo (http://www.facebook.com/organodestrudo) el 07 de octubre de 2011.

15. Los ganadores serán acreedores de un reconocimiento con valor curricular y su obra será expuesta durante las dos lecturas de los cuentos del proyecto El órgano de Destrudo, que se llevarán a cabo en días diferentes. Aunque el lugar y el día se están por confirmar, los eventos se realizarán durante el mes de noviembre del presente año en Cuernavaca y Tepoztlán en el estado de Morelos.

16. Tras la lectura, se realizará una subasta de las obras expuestas. Si una obra se vende, toda la ganancia será para el autor de la misma. Sin embargo, el precio base de las obras se acordará entre la autora y cada uno de los ganadores.

17. Al concursar, los participantes se comprometen, en caso de resultar ganadores, a trabajar estrechamente con la autora de El órgano de Destrudo, por lo que la autora se reserva la exposición de los trabajos en caso de no localizar a los ganadores.

18. El resultado será inapelable.

19. El resultado puede declararse desierto.

20. Cualquier asunto no previsto en la convocatoria será resuelto por la autora.
Para más información y preguntas relacionadas con la convocatoria escribe en el muro de Facebook de El órgano de Destrudo (http://www.facebook.com/organodestrudo) o manda un mail a organodestrudo@gmail.com.

jueves, 19 de mayo de 2011

Primer evento de El órgano de Destrudo


Instituto de Cultura de Morelos invita al:

Primer evento de difusión de "El órgano de Destrudo", obra literaria de Ana Martínez Casas.

Lectura de cuentos de terror médico: Ana Martínez Casas
Plática de cine de terror con Davo Valdés
Plática acerca de los mecanismos del terror con José Quezada
Exposición
Subasta de arte

Entrada libre
Centro Cultural El Manojo

Ana Martinez Casas con el proyecto El órgano de Destrudo forma parte de los beneficiarios del Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico de Morelos 2011

viernes, 13 de mayo de 2011

Tortura y sufrimiento animal: "Agua para elefantes"

Detrás de Agua para elefantes golpes y descargas eléctricas reales
El video publicado hoy por Animal Defenders International (ADI) muestra que el elefante que aparece junto a Reese Witherspoon y Robert Pattinson en la nueva película “Agua para Elefantes”, recibe golpes y descargas eléctricas durante su entrenamiento. ADI/ AnimaNaturalis



Agua para elefantes, un drama romántico ambientado en un circo con animales estadounidense de 1930, protagonizado por Reese Witherspoon y Robert Pattinson, se está estrenando este mes en todo el mundo, su premier en Londres fue el martes pasado. La estrella más grande de la película es Tai, una elefante asiática de 42 años de edad, quien interpreta a Rosie, y que fue suministrada por el proveedor de animales “Have Trunk Will Travel”, de California.

En la película Rosie, interpretada por Tai, es brutalmente atacada por el dueño del circo, quien la golpea con un gancho “bullhook”. Sin embargo, los productores, las estrellas, y los entrenadores se han esforzado en recalcar que Tai fue entrenada con amabilidad, malvaviscos, y con refuerzo positivo.

Gary Johnson, fundador de Have Trunk Will Travel afirmó: "Tai nunca fue golpeada de ninguna manera".

American Humane observó la actuación de los animales durante la grabación y dijo: "Estamos aquí observando el rodaje de Agua para Elefantes, estamos aquí para asegurarnos de que todo el mundo sepa que no sólo la acción en el set, sino también la preparación se hace con humanidad, todos estos animales han sido tratados de manera justa y humana a lo largo su entrenamiento. "

Sin embargo un impactante video que cuenta una historia diferente fue filmado en Have Trunk Will Travel en 2005 y ha sido publicado hoy por Animal Defenders International (ADI) después de la premier en Londres.

El video puede ser visto aquí: VER VÍDEO

El video fue filmado en 2005 y muestra imágenes de elefantes, incluyendo a Tai, siendo entrenados por los instructores que se encargaron de Tai en el set de "Agua para Elefantes". Las imágenes, no se habían presentado hasta el momento ya que eran parte de una investigación más amplia. Sin embargo, ADI decidió presentar las imágenes porque la promoción mundial de la película estaba siendo utilizada para difundir información errónea sobre el entrenamiento de elefantes. ADI se sintió obligada a presentar la brutal realidad detrás de las escenas.

Se ven elefantes, incluyendo a Tai y alguna cria, a los que les aplicaron descargas eléctricas, golpes, colmillos aserrados, cerca al hueso.

JanCreamer, Directora Ejecutiva de ADI, dijo: "El público, las estrellas y los cineastas han sido engañados. Esta pobre elefante fue entrenada para hacer los trucos que se ven en la película aplicándosele descargas eléctricas."

Fuente: http://www.animanaturalis.org/n/11657



 

sábado, 9 de abril de 2011

Toponimia de Ciudades bajo la lluvia (Ritual para conjurarte)

Ciudades bajo la lluvia (Ritual para conjurarte) conjuga en su nombre el título de las dos secciones, micropoemarios, que lo componen: “Ciudades” y “Temporada de lluvias”.


“Ciudades” se distingue por la descripción topográfica y profundamente sensual del cuerpo humano. El paralelismo que se corresponde entre la arquitectura urbana y la anatomía de los amantes configura un nuevo plano espacial en el que las concavidades y las esquinas de un cuerpo se convierten en un zócalo, una callejuela, una catedral erótica por recorrer:
¿Por qué tus dedos se posan en mi sexo
como plácidas palomas
sobre una fuente?
¿Por qué tus ojos
iluminan las puertas cerradas
de esta habitación
o las catedrales morenas de tus pezones?
Pero dicha dimensión geográfica se vuelve una construcción en abismo en la que la ciudad-espacio encierra a la ciudad-cuerpo en un laberinto que transforma lo rutinario, que ha pasado a ser invisible a nuestros ojos por su cotidianidad, en una imagen desautomatizada y particularizante. Así, la textura del excremento de paloma, el olor a grasa que se desprende de los puestos de comida, es decir, lo desagradable al gusto, al olfato y a la vista se condensa en unos cuantos versos que embellecen lo decadente del folclore con una pátina de nostalgia: “sus pies son cubiertos por unas sandalias/ de aquellas que comprabas por docena,/ como si fueran rosas”.

El contraste cromático en la paleta de Lara Castañeda funciona, también, como una enzima potenciadora de dicha melancolía: la ciudad es una escala de grises o un puñado de paredes desteñidas en contraposición con la gama de colores intensos para las pocas flores, esporádicos brotes de vida, que arranca el viento e infinitamente caen:
Una pared de ladrillos despostillados
se abalanza hacia la nada,
mientras una flor violeta
cae en torbellinos hacia el suelo
cubierto de polvo.
“Temporada de lluvias”, a diferencia de “Ciudades”, se construye en un espacio interno que, por lo mismo, le permite una libertad íntima que no puede gozarse en el espacio público del primer micropoemario. De esta manera, la privacidad que se entreteje en el espacio cerrado y protector, casi maternal, se ramifica en dos directrices: (1) la seguridad brindada por lo hogareño de un ambiente uterino que da pie a la introspección y (2) la aprehensión de saberse solo y no vigilado que predispone una sexualidad incontinente.

Esta segunda parte de Ciudades bajo la lluvia se constituye de pequeñas historias-poema narradas en segunda persona en las que el yo lírico es un voyerista que conjura a su amante. Por lo que, en el primer escenario, es el poeta que contempla la lluvia tras la ventana el que rememora su infancia y evoca a la mujer:
Otra vez te conjuro

con satélites circundando tus pezones
como órbitas trazadas a lápiz,
con cráter en el centro de tu abdomen.
Hidrósfera de personajes lúbricos, el erotismo del segundo escenario puede bifurcarse, asimismo, en dos vertientes: la prosopopeya líquida del amante –sustancia que humedece, se escurre, se embebe-, y la lujuria estrechamente ligada a lo culinario. De modo que la licuefacción del amante puede explicarse con facilidad con el epígrafe de Octavio Paz que inaugura el micropoemario: “abres mi pecho con tus dedos de agua,/ cierras mis ojos con tu boca de agua,/ sobre mis huesos llueves, en mi pecho/ hunde raíces de agua un árbol líquido”. Mas la lascivia gastronómica funge cual la flora en “Ciudades”, estableciendo un contraste entre el frío y acuoso azul y el neón de los caramelos, siempre azucarados, siempre postres. El dulce en los labios es un ingrediente tan provocativo como la desnudez y es esta gula carnal la que acrecienta el deseo glucémico en “Un pastel en la ventana”:
A través de la ventana
se filtra el aroma
a pastel recién horneado;
te levantas
sobre las puntas de los pies
y esperas tener entre tus manos
algún pedazo de zarzamora
para poder ensuciar tus comisuras
y que él las limpie con su lengua animal,
fría como la lluvia.
No obstante, las oposiciones binarias no desempeñan un papel importante en este poemario. El espacio externo y el interno no son antónimos, ni podría decirse que se complementan, sino que comparten una misma perspectiva, que es el yo lírico que se interna en el umbral de una casa cuando las primeras gotas caen sobre la ciudad. En ese momento, el espacio externo no es ya la ciudad, ni el interno la habitación donde se refugia en temporada de lluvias, sino que el espacio interior reside en la psique del poeta y el espacio exterior es el mundo que proyecta desde su interioridad (su lujuria, sus memorias, sus pérdidas) y construye entre charcos y estatuas oxidadas.

Si desean adquirirlo, pueden mandar un correo a sergio@habitantesdemoria.com.

jueves, 7 de abril de 2011

Ciudades bajo la lluvia


Acompáñenos mañana a las 18:00 horas en el Museo de la Casona Spencer a la presentación del poemario Ciudades bajo la lluvia (Ritual para conjurarte) del joven poeta Sergio David Lara Castañeda.

jueves, 31 de marzo de 2011

El deseo por la belleza y el placer

En un artículo de Fabiola Leyton Donoso, editora de Contenidos AnimaNaturalis Internacional, se dice que cada año, millones de animales vivos son sometidos a innumerables pruebas para determinar la seguridad de productos cosméticos, de aseo personal y limpieza. Algunos de estos experimentos constan en meter espuma de afeitar a presión en el estómago de animales, hacer que inhalen fijador para cabello hasta que queden en coma, forzar a conejos y ratas a ingerir pasta de dientes, introducir rímel en los ojos de los conejos hasta la ceguera total, extender maquillaje sobre la piel rasurada de animales, exponer a conejos con la piel afeitada a rayos ultravioleta para probar bronceadores, entre otros.

Según AnimaNaturalis, grandes corporaciones como Unilever, Nestlé, Procter & Gamble, Colgate-Palmolive, Reckitt Benckiser y Johnson&Johnson están entre las principales empresas que experimentan en animales. La ley no exige pruebas en animales para este tipo de productos, por lo que las compañías que los fabrican no tienen excusas para seguir esta práctica.

Asimismo, las industrias tabacaleras realizan experimentos exponiendo a los animales a los efectos del cigarro. Dichas investigaciones podrían considerarse obsoletas, ya que las consecuencias de la nicotina en el cuerpo humano son concluyentes. Sin embargo, tales empresas, dice Gabriel E. Quijano, activista de AnimaNaturalis, cortan agujeros en las gargantas de los beagles para que los perros respiren, a través de ellos, humo de cigarro concentrado durante un año, insertan electrodos en los penes de los perros para comprobar los efectos del tabaquismo en el funcionamiento sexual, por mencionar unos cuantos ejemplos de maltrato animal.

Tú puedes evitar esta crueldad dejando de fumar y de comprar productos de las empresas anteriormente mencionadas: Pringles, Nido, La Lechera, Maggi, Nesquik, Nescafé, Ades, Knorr (alimento); Eukanuba, Dog Chow, ProPlan, Purina One, Pedigree y Whiskas (comida para mascotas); Head & Shoulders, Pantene, Palmolive, Sedal (cuidado del cabello); Ariel, Ace (limpieza); Dove, Colgate (productos de belleza y aseo). Y apoyando los productos cosméticos que no experimentan con animales: Nivea, Labello, Avon, Mac.
Para una lista completa de estos productos, visita la página web http://consumetico.org/.


Y luego preguntan por qué escribo cuentos de terror médico.

martes, 29 de marzo de 2011

Primera convocatoria de El órgano de Destrudo

Con el objetivo de fomentar la interdisciplinaridad y la difusión de la obra de artistas emergentes

Se convoca a fotógrafos, artistas visuales, actores, artistas escénicos y demás creadores
a participar en la primera convocatoria de El órgano de Destrudo

Bases:

1. El órgano de Destrudo es un libro de cuentos sobre terror médico de Ana Martínez Casas.

2. El terror médico o terror científico es un tipo de narración que se sirve de la medicina como vehículo para causar temor, ya que hace evidente el poder implícito que radica en la ciencia y, a la vez, denuncia las consecuencias del mal uso que el hombre puede hacer de ésta.

3. El concurso consiste en representar por medio de las artes visuales y/o mixtas cuentos de terror médico que forman parte del proyecto literario El órgano de Destrudo.

4. La temática es libre, siempre y cuando las obras estén basadas en uno de los cuentos. Se recomienda utilizar motivos médicos, ya que son la esencia del proyecto.

5. Para concursar, los participantes deberán:

1) Tener una cuenta en Facebook.

2) Entrar a la página http://www.facebook.com/groups/organodestrudo

3) Dar click en el botón “Pedir unirme al grupo” que se encuentra en la esquina superior derecha de la página.

6. En un breve lapso de tiempo el administrador de la página añadirá al participante al grupo.

7. Dicha plataforma tendrá como objetivos: (1) que el participante tenga acceso a los cuentos en los que se deberá basar para realizar su obra y (2) una abierta comunicación con la autora por si surgen dudas.

8. Ya que el propósito de El órgano de Destrudo es la difusión de la obra misma y de las obras ganadoras de esta convocatoria mediante dos eventos organizados por la autora del libro, quedará inmediatamente descalificado, eliminado y bloqueado del grupo todo aquel que distribuya, reproduzca y/o viole los derechos de autor de los cuentos de El órgano de Destrudo (los cuales se encuentran registrados por INDAUTOR).

9. Las categorías a participar son fotografía, dibujo, pintura, estatuas humanas y medios mixtos.

10. Cuando su obra esté acabada, los concursantes deberán enviar sus datos (nombre(s), pseudónimo (si es que lo hay), edad, ciudad, teléfono celular y correo electrónico) y su obra junto con las especificaciones (título, técnica, medidas y título del cuento en el que está basada) por correo electrónico a organodestrudo@gmail.com. En el asunto del correo se deberá especificar la categoría en la que se concursa.

11. Los participantes podrán participar en una o más categorías y en uno o más cuentos. De concursar en varias categorías, se mandarán correos electrónicos por separado, uno por cada categoría.

12. Los artistas que resulten seleccionados deberán presentar el original de la obra. De resultar ganadores y no contar con éste, los artistas resultarán descalificados.

13. La fecha límite de recepción de trabajos será el 31 de mayo de 2011.

14. El resultado se dará a conocer a través de la página El órgano de Destrudo (http://www.facebook.com/organodestrudo) el 07 de junio de 2011.

15. Los ganadores serán acreedores de un reconocimiento con valor curricular y su obra será expuesta durante las dos lecturas de los cuentos del proyecto El órgano de Destrudo, que se llevarán a cabo en días diferentes. Aunque el lugar y el día se están por confirmar, los eventos se realizarán durante el mes de junio del presente año en Cuernavaca y Tepoztlán en el estado de Morelos.

16. Tras la lectura, se realizará una subasta de las obras expuestas. Si una obra se vende, toda la ganancia será para el autor de la misma. Sin embargo, el precio base de las obras se acordará entre la autora y cada uno de los ganadores.

17. Al concursar, los participantes se comprometen, en caso de resultar ganadores, a trabajar estrechamente con la autora de El órgano de Destrudo, por lo que la autora se reserva la exposición de los trabajos en caso de no localizar a los ganadores.

18. El resultado será inapelable.

19. El resultado puede declararse desierto.

20. Cualquier asunto no previsto en la convocatoria será resuelto por la autora.

Para más información y preguntas relacionadas con la convocatoria escribe en el muro de Facebook de El órgano de Destrudo (http://www.facebook.com/organodestrudo), manda un mail a organodestrudo@gmail.com o deja tu comentario en este blog.

lunes, 28 de marzo de 2011

Invitación para que conozcan dos proyectos literarios

Lectura de Los Habitantes de Moria


Los invitamos este sábado 02 de abril a las 4:00 pm a la lectura de poesía, cuento y minificción de algunos de los colaboradores de la revista Los habitantes de Moria. Participan: Yeni Rueda, Montserrat Ocampo Miranda, Ana Martínez Casas, Davo Valdés y Leonardo de Ononvide.

Proyecto literario: El órgano de Destrudo

Los invito a que visiten la página El órgano de Destrudo para que se enteren de qué se trata este proyecto. Aquí les dejo algo de información:

El órgano de Destrudo es un libro de cuentos que escribirá Ana Martínez Casas de febrero a noviembre del presente año con el apoyo del Programa al Estímulo de la Creación y Desarrollo Artístico (PECDA) Morelos 2011.
"El órgano de Destrudo" es un proyecto literario que busca la interdisciplinaridad artística a través de un género que funge como hilo conductor: el terror médico.

El terror médico o terror científico es un tipo de narración que se sirve de la medicina como vehículo para causar temor, ya que hace evidente el poder implícito que radica en la ciencia y, a la vez, denuncia las consecuencias del mal uso que el hombre puede hacer de ésta.

Ana Martínez Casas decidió escribir su cuentario sobre este género porque:

"Me parece que la medicina es una veta que no ha sido explorada a profundidad en el género de terror. Me gustaría tomar un elemento cotidiano, que además le proporciona una seguridad incuestionable al hombre, y retorcerlo de manera que se vea desposeído de la aceptación popular: que produzca temor el recostarse en una camilla y no tener la certeza de saber qué es lo que hará el cirujano con el bisturí que sujeta entre sus manos enguantadas".

Así, el objetivo de esta página es ofrecer una plataforma comunicativa entre los lectores y la autora en una relación de intercambio cultural: la autora compartirá información y obras artísticas sobre terror médico de modo que los lectores se conviertan, a su vez, en productores culturales y artísticos que nutran con su trabajo dicho género.

Un consolador bastante grande que va más allá
del punto de auto-recuperación
en el recto y sigmoide de un paciente.

sábado, 26 de marzo de 2011

20 cuentos en el Jardín Borda*

20 cuentos para leer en… no es la antología definitiva de narradores morelenses. Es un pequeño muestrario de lo que está ocurriendo en nuestro estado, una selección en la cual podemos encontrar textos experimentales de voces jóvenes o de autores con mayor trayectoria y oficio. EdicioneZetina en un acto de valentía decidió sacar al público estos 20 textos con el afán de sumar lectores al mundo. Sabemos que cada día es más difícil atraer a la gente hacia la lectura, hacia los libros: 20 cuentos para leer en… creo que es la forma perfecta para a acercar a los jóvenes a este universo de letras.

Cinco hombres y cinco mujeres: de todas las edades y todos los gustos. Este libro tiene la virtud de reunir diferentes estilos: desde los perversos y divertidos cuentos de Edith Esquivel, hasta lo simbólico y complejo de Conejo muerto de José Quezada. También encontramos textos de ciencia ficción, humor, humor negro, sobre todo, sexo, violencia. Cuentos breves de Daniel Zetina en donde se burla de una forma fina del mismo mundo de la literatura, textos de Ana Martínez Casas que abordan el terror desde lo gráfico, lo sexual y lo erótico. El maestro Félix Vergara, Lorena Aguilar, Yeni Rueda, nos ofrecen textos profundos y al mismo tiempo reflexivos sobre el hombre, sobre el deseo, la violencia y el hastío del mundo. En fin, hay una enorme variedad de cuentos. Por lo tanto cada lector encontrará un escritor o un relato que más le acomode.

Todo texto en el mundo tiene consecuencias al ser leído. Ha sido una grata sorpresa saber que esta antología se ha leído, se ha comentado, los textos se han criticado en las calles y cafés de Cuernavaca, en las universidades. Todo este diálogo, esta convivencia entre lectores-escritores desembocará en algo que aún no podemos imaginar.

Esta antología se suma a un movimiento que está surgiendo en Morelos, lleva varios años gestándose y al parecer ha llegado el momento de que germine en las barrancas y en los callejones. Habitantes de Moria, La Cartonera Cuernavaca, La Piedra, Delirio Controlado, Acálasletras, Orla, por mencionar algunos proyectos literarios, son parte de este movimiento. En Morelos desafortunadamente el arte se ha convertido en una cuestión de autoconsumo: los fotógrafos no vienen a nuestras presentaciones y nosotros no acudimos a sus exposiciones. Sólo los escritores nos leemos entre nosotros. 20 cuentos para leer en… ha roto este ciclo destructor ya que ha llegado a otros espacios y otros ojos críticos. Creo que debemos tomar el ejemplo de este proyecto: seguir uniendo las voces, los proyectos, las expresiones y disciplinas, volvernos amantes del arte en términos prácticos y no de meras voces o poses.

Celebro el esfuerzo editorial de EdicioneZetina, los cuentos de mis compañeros y a todos los que han leído la antología, no lo saben aún, pero están cambiando al mundo.

LOS AUTORES:
Ana Martínez Casas, Davo Valdés de la Campa, Edith Esquivel Eguiguren, Félix Vergara, José Quezada, Juan Machín, Sharaim Aldameur, Daniel Zetina, Lorena Aguilar y Yeni Rueda López.

*Texto leído durante la presentación de la antología en la 5ta Feria Nacional del Libro Infantil y Juvenil de Morelos el 18 de marzo de 2011.

Para adquirir una antología manda un correo electrónico a luceln@hotmail.com.

¡Una mordida!

miércoles, 23 de marzo de 2011

Ecuóreo

adj. Del mar.

Para que usen una palabra más bonita en lugar de siempre estar diciendo "marino".

lunes, 21 de marzo de 2011

Lecturas de poesía y cuento


Los invito este jueves 24 de marzo a la lectura de poesía y cuento en la que participaremos Alma Karla Sandoval, Afhit Hernández, Davo Valdés de la Campa y yo. Será en el Barecito y empezaremos a las 20:00 horas. ¡No falten!

¡Una mordida!

viernes, 18 de marzo de 2011

20 de marzo: Día Mundial Sin Carne


¡Es sólo un día! Si no quieres ser vegetariano porque crees que es muy dificil, ¡por lo menos ayuda a los animales un día! Este 20 de marzo haz una elección sin carne por alguna de estas razones:

  1. Evita comer carne y lácteos. Evitar la carne y los lácteos es una de las más simples y mejores maneras de reducir tu consumo de grasa.
  2. Piensa en los mataderos. Cada minuto de cada día laborable, miles de animales mueren en los mataderos.
  3. Evita las intoxicaciones. Hay millones de casos de intoxicaciones alimentarias registrados cada año. La gran mayoría son causadas por comer carne y subproductos animales.
  4. La carne no aporta nada. La carne no contiene absolutamente nada -proteínas, vitaminas ni minerales - que el cuerpo humano no pueda obtener perfectamente de una dieta vegetariana.
  5. La carne no es solidaria. De acuerdo al informe 2009 "Perspectivas de Cosechas y Situación Alimentaria" de la Org. de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), África y Asia albergan 817 millones de personas en estado de “inseguridad alimentaria”, es decir, personas que ingieren tan sólo la cantidad mínima de nutrientes para mantenerse con vida. Un 38% de los países africanos y un 21% de los asiáticos necesitan asistencia exterior para recibir alimentos, ya sea por déficit de producción, malas cosechas, catástrofes naturales, problemas de organización internos, etc. Estos países son productores de cereales que alimentarán los estómagos de los animales que se comerán en el primer mundo. Fuente: FAO
  6. ¿Sabes qué es lo que comes? Muchas veces la "carne" puede incluir la cola, cabeza, pies, el recto o la médula espinal de los animales que matan. Muchos subproductos animales están presentes incluso en productos que ni remotamente imaginarías que tienen trozos de animal.
  7. Evita comer huevos. Cada día, decenas de miles de pollitos macho de un día de edad mueren porque no serán capaces de poner huevos.
  8. ¿Qué vivieron los animales? Mira este video.
  9. Pierde peso. Es más fácil bajar de peso y mantenerse en el peso adecuado si llevas una dieta vegetariana.
  10. Monopolio de la carne. Por el fin de los monopolios y el abuso: las multinacionales que producen y controlan las semillas y los agroquímicos, también son dueñas del ganado, los mataderos, el marketing y los canales de distribución para asegurarle al mundo las bondades de comer carne de animales alimentados con cereales.
Si quieren más información, déjenme un comentario y les responderé lo más pronto posible :D. ¡Una mordida!

miércoles, 16 de marzo de 2011

Fin de semana literario

Los invitamos el viernes 18 a acompañarnos a dos eventos en centro de Cuernavaca, aprovechando que es la Feria del Libro Infantil y Juvenil:

A las 4:00 de la tarde estaremos en el Jardín Borda presentando la antología 20 cuentos para leer en... en la que participo con dos cuentos. Para los que no fueron a las presentaciones anteriores, esta es su oportunidad. Estaremos ubicados en "El pesebre", Daniel Zetina, Davo Valdés de la Campa y yo.

A las 6:00 de la tarde estaremos en La Casona Spencer (bien cerquita :D) haciendo una lectura los colaboradores de la revista Habitantes de Moria, entre ellos Yeni Rueda, Sergio David Lara Castañeda, Davo Valdés de la Campa y yo.

¡No se los pierdan!

¡Una mordida!

lunes, 14 de marzo de 2011

Helíaco

adj. Astr. Aplícase al orto u ocaso de un astro con relación al Sol.

jueves, 10 de marzo de 2011

Frase de un joven poeta

"Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí. Antes ha preguntado ya a otros. Los envía a revistas. Los compara con otras poesías y se inquieta cuando algunas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Desde ahora (ya que me permite aconsejarlo), renuncia a todo eso. Su mirada está dirigida hacia afuera, y eso es precisamente lo que debe evitar en el futuro. Nadie puede aconsejarle ni ayudarle, nadie. Sólo hay un camino: entre en usted. Invesgitue la causa que le empuja a escribir, examine si sus raíces se extienden hasta lo más profundo de su corazón. Reconozca si no preferiría morir en el caso de no poder escribir. Y sobre todo, en la hora más serena de la noche pregúntese: ¿siento verdaderamente la imperiosa necesidad de escribir? Ahonde en sí mismo en busca de una profunda respuesta, y si ésta resulta afirmativa, si puede responder a tan grave pregunta con un fuerte y simple '¡Sí!', entonces construya su vida de acuerdo con dicha necesidad".

-Cartas a un joven poeta, Rainer María Rilke

lunes, 7 de marzo de 2011

Desafío: 50 libros


¡Los invito a participar en este desafío! Den click sobre la imagen para saber más.
  1. Cementerio de animales de Stephen King.
  2. Cuentos completos de Edgar Allan Poe, traducidos por Julio Cortázar.
  3. El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas de Haruki Murakami.
  4. Coprofernalia de Gonzalo Martré.
  5. La melancólica muerte de Chico Ostra de Tim Burton.
  6. Ciudades bajo la lluvia de Sergio David Lara Castañeda.
  7. Cartas a un joven poeta de Rainer María Rilke.
  8. El lazarillo de Tormes de Anónimo.
  9. Orlando furioso narrado en prosa por Italo Calvino del poema de Ludovico Ariosto.
  10. Popol Vuh.
  11. María de Jorge Issacs.
  12. Espatolino de Gertrudis Gómez de Avellaneda.
  13. El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra.
  14. Danse Macabre de Stephen King.
  15. Nadie me verá llorar de Cristina Rivera Garza.
  16. Diario de un genio de Salvador Dalí.
  17. Seda de Alessandro Baricco.
  18. Animales sueltos de Hannah Tinti.
  19. Introducción al psicoanálisis de Sigmund Freud.
  20. Flores de Mario Bellatín.
  21. Awakened de P. C. y Kristin Cast.
  22. Decálogos, mandamientos, credos, consejos y preceptos para oficiantes de la escritura de Carlos López (compilador).
  23. Narraciones de Anton Chéjov.
  24. Historia de O de Pauline Réague.
  25. Celestina de Fernando de Rojas.
  26. La vorágine de José Eustasio Rivera.
  27. Juguete rabioso de Roberto Arlt.
  28. Crimen y castigo de Fiodor Dostoievski.
  29. Coyotes sin corazón de V.V.A.A.
  30. ¿Te gusta el látex, cielo? de Nadia Villafuerte.
  31. La llama doble: Amor y erotismo de Octavio Paz.
  32. Ojos que no ven, corazón desierto de Iris García.
  33. Inmaculada o los placeres de la inocencia de Juan García Ponce.
  34. El castigo sin venganza de Félix Lope de Vega.
  35. El vampiro de la colonia Roma de Luis Zapata.
  36. La historia del ojo de Georges Bataille.
  37. El apando de José Revueltas.
  38. Doce reflejos de Blanca Nieves de Ana Lorena Aguilar.
  39. La feria de Juan José Arreola.
  40. Doña Bárbara de Rómulo Gallegos.
  41. La soledad de los números primos de Paolo Giordano.
  42. Lolita de Vladimir Nabokov.
  43. Luna caliente de Mempo Giardinelli.
43 / 50 libros leídos. ¡86% completado!

martes, 1 de marzo de 2011

domingo, 27 de febrero de 2011

Lectura de colaboradores de La Piedra #7


¡Ojalá puedan ir! Yo leeré mi cuento "El proyectil S-13"
que se publicó en el séptimo número de La Piedra.

jueves, 24 de febrero de 2011

El deseo por la piel

La industria peletera es aquélla que se encarga de distribuir y vender prendas cuya materia prima es la piel de animales silvestres que son cazados en su hábitat natural o la de animales que son específicamente criados en granjas para la obtención de su piel. Aunque esta práctica se remonte hasta los principios de la humanidad no significa que su uso contemporáneo sea viable o correcto, ya que el impacto causado a la biosfera, el sufrimiento y la muerte de estos animales son innecesarios:

140 millones de animales son aniquilados anualmente debido a la industria peletera: No sólo se asesina a 20 millones de animales para utilizar su piel en prendas de vestir, sino que, en el proceso, otros 80 millones de animales caen en las trampas destinadas para los primeros, según Equanimal, una asociación que defiende a los animales. Los animales que caen en trampas pueden tardar horas en morir, sin mencionar que los animales en granjas son electrocutados, asfixiados, envenenados o apaleados para no dañar las pieles.

De acuerdo con la organización no lucrativa en pro de los derechos de los animales, AnimaNaturalis, esta cacería indiscriminada ha producido que especies como el zorro de las Malvinas y el visón del mar desaparezcan, y que otras se encuentren en peligro de extinción, entre ellas el ocelote, el tigre, el jaguar y el koala. Una de las principales causas de extinción de especies es la caza de animales por su piel.

Por otra parte, la cantidad de recursos que consume una granja es excesiva si tomamos en cuenta que en muchos países del mundo se sufren hambrunas. Por ejemplo, un abrigo de visón puede traducirse en 3.3 toneladas de alimento, y puesto que se utilizan 30 millones de visones por año, en total se emplean 1,650,000 toneladas de alimento para animales que posteriormente serán ejecutados y despellejados, reportó AnimaNaturalis.

En la actualidad, confeccionamos nuestra vestimenta con textiles naturales y sintéticos. El vestirse con pieles es un lujo que ya no podemos darnos, ya que en esta época de contaminación, deforestación y extinción de flora y fauna no podemos dejar de ser conscientes y responsables de nuestro papel, y ése es el de no consumir un producto que conlleva tantas consecuencias para el hombre y para el medio ambiente.

lunes, 21 de febrero de 2011

El deseo por la carne

De acuerdo con estudios médicos y con el documental estadounidense Home (2009), de Yann Arthus-Bertrand, cada vez es más importante tener conciencia sobre el impacto que causa el comer carne en nuestros tiempos.

A continuación se listan algunas razones por las que deberíamos ser vegetarianos:

Por salud, ya que se usan una gran cantidad de químicos para engordar con rapidez a los animales de alto consumo humano. El arsénico es utilizado como estimulante del crecimiento para el ganado; de igual manera, para aumentar la producción de leche, las vacas son inyectadas con hormonas. Los cárnicos y los lácteos son productos que consumimos cotidianamente y, de acuerdo al libro Diseases of Food Animals, esto se traduce en colesterol alto, arteriosclerosis, cáncer, diabetes, obesidad y otros padecimientos. El “Journal of the American Medical Association” reportó que una dieta vegetariana puede prevenir entre el 90 y el 97% de las enfermedades cardiacas relacionadas con el insumo excesivo de grasa animal.

Por el planeta, porque según estadísticas proporcionadas en Home, 13 mil litros de agua son utilizados por cada kilogramo de carne; 50% de la agricultura mundial es destinada para forraje, y 70% de las zonas deforestadas se emplean para la siembra del mismo; los manglares se encuentran en peligro de extinción debido al cultivo de camarón, y 50% de la fauna piscícola ha desaparecido gracias a la pesca intensiva.

Por los animales. Los métodos de “obtención” de alimentos de origen animal están basados en el maltrato y en el sufrimiento de los animales de granja. Por mencionar un ejemplo, las gallinas son colocadas en jaulas donde una luz artificial se encuentra encendida las 24 horas; la falta de distinción entre el día y la noche las estimula a poner huevos sin descanso. Además, las jaulas se encuentran sobrepobladas con otras gallinas, lo que produce que se picoteen entre ellas hasta la muerte. Para evitar esto, Joyce D’Silva, investigadora de granjas industrializadas, dice que los granjeros les cortan el pico sin anestesia. Cada vegetariano, en promedio, salva la vida de 95 animales cada año; en el período de su vida, puede salvar a más de 6.000 animales.

jueves, 17 de febrero de 2011

El gran masturbador

Este poema es uno de las dos obras de Dalí que existen tanto en pintura como en poesía, con una correlación directa entre ellas. Desafortunadamente, no encontré el poema completo :(

"El gran masturbador" (fragmentos)
Salvador Dalí

A pesar de la oscuridad reinante
la noche estaba en sus comienzos
en los bordes de las grandes escalinatas de ágata
donde
fatigado por la luz del día
que duraba desde la salida del sol
el gran Masturbador
su inmensa nariz apoyada sobre el piso de ónix
sus enormes párpados cerrados
la frente corroída por horribles arrugas
y el cuello hinchado por el célebre forúnculo que bulle de hormigas
se inmoviliza
extático en ese instante del crepúsculo todavía demasiado luminoso
mientras la membrana que recubre enteramente su boca
se endurece a lo largo de la angustiosa de la enorme langosta
aferrada inmóvil y apretada contra ella
desde hace cuatro días y cinco noches.
Todo el amor
y toda la embriaguez
del gran Masturbador
residía
en los crueles ornamentos de oro falso
que recubren sus sienes delicadas y blandas
e imitan
la forma de una corona imperial
cuyas finas hojas de acanto bronceado
se prolongan
hasta las mejillas rosadas e imberbes
y continúan sus fibras duras
hasta fundirlas
en el alabastro claro de su nuca.

Bajo el extraño símbolo
tibio
de los grandes Guillermo Tell
ellos buscaban el placer
co-orinándose
al propio tiempo
uno al otro.
La orina hervía en su mentón
estaba caliente aún
bajo las axilas
se entibiaba
en el inicio
del coño
y se enfriaba
en el extremo de los muslos.
Ella le orinaba
en plena cara
la orina hervía
en medio el pecho
y solo se entibiaba bajo las plantas de los pies

El gran masturbador, 1929

martes, 15 de febrero de 2011

Fotografías y pinturas de un genio


La persistencia de la memoria


Explosión del reloj


Inspiración


El gran masturbador

Cisnes reflejando elefantes

Dalí de espaldas pintando a Gala de espaldas eternizada por seis córneas virtuales provisionalmente reflejadas por seis espejos verdaderos

martes, 8 de febrero de 2011

Primera presentación de los veinte cuentos de esa famosa antología


Ojalá nos puedan acompañar este miércoles 16 de febrero en el Museo Regional Cuauhnáhuac del Palacio de Cortés a la primera presentación de la antología Veinte cuentos para leer en... Presentan Daniel Zetina, Félix Vergara y yo :D. ¡Los esperamos!

¡Una mordida!

sábado, 5 de febrero de 2011

El tiempo derretido

La breve biografía de este genio: pintor, cineasta, escritor y escultor.
  • Nombre completo: Salvador Domingo Felipe Jacinto Dalí i Domènech.
  • Su hermano mayor, que le llevaba nueve meses, murió ante de que él naciera. Lo nombraron Salvador, al igual que al primogénito.
  • Esto marcó al artista posteriormente, quien llegó a tener una crisis de personalidad, al creer que él era la copia de su hermano muerto.
  • Esto se debe a los padres, quienes lo llevaron a la tumba de su hermano cuando Dalí tenía cinco años y le dijeron que él era su reencarnación, una idea que él llegó a creer.
  • Su madre murió cuando él tenía 16 años. Salvador dijo que fue «el golpe más fuerte que he recibido en mi vida. Le adoraba. No podía resignarme a la pérdida del ser en quien contaba para hacer invisibles las inevitables manchas de mi alma...». Tras su muerte, el padre de Dalí contrajo matrimonio con la hermana de su esposa fallecida.
  • A los 18 años conoció a Federico García Lorca y a los 20, se enamoró de él, aunque se separaron poco después.

  • Sin embargo, la relación con su padre degeneró unos años después, y terminó cuando su padre se enteró de que Dalí había pintado un sagrado corazón de Jesucristo con una inscripción que decía: «En ocasiones, escupo en el retrato de mi madre para entretenerme». Su padre lo hechó de su casa y lo desheredó. Posteriormente, Dalí le envió a su padre un condón usado que contenía su propio esperma, con las palabras: «Toma. ¡Ya no te debo nada!».
  • También, las relaciones con sus colegas surrealistas declinaron cuando Dalí insistió que el surrealismo podía existir en un contexto apolítico (ya que Breton y otros denunciaban a Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, cosa que Dalí se negó a hacer). Éste y otros factores le hicieron perder su prestigio entre sus camaradas artistas, y a finales de 1934 Dalí fue sometido a un «juicio surrealista» del cual resultó su expulsión del movimiento. A esto, Dalí respondió con su célebre réplica, «Yo soy el surrealismo».
  • En el periodo de posguerra, su aproximación al catolicismo se hizo más marcada, influida quizás por la conmoción causada por la bomba de Hiroshima y el amanecer de la era nuclear. El mismo Dalí denominó esta etapa de su arte como el período místico-nuclear. Su intención parecía ser la síntesis de la iconografía cristiana con imágenes en descomposición relacionadas con la física nuclear, como se desprende de obras como Crucifixión (Corpus Hypercubus).
  • En 1969, diseñó el logo de Chupa Chups.

  • El 23 de enero de 1989, oyendo su disco favorito —Tristán e Isolda, de Wagner— murió a causa de un paro cardiorrespiratorio.
  • Dalí, junto con Walt Disney, realizó una película que quedó inconclusa, llamada Destino que se montó por primera vez en 2003.

miércoles, 2 de febrero de 2011

El cuento corto del Quijote de la Mancha

En mi carrera de Letras hispánicas estoy llevando una optativa llamada "Lectura crítca de Don Quijote de la Mancha" y durante todo un semestre nos dedicaremos a leer completa la novela y a analizarla. Acabo de comenzar a leer el libro y tuve mis primeras clases y me está encantando :D. Sin embargo, un dato que me pareció interesantísimo fue que el Quijote, en un principio, no estaba pensado para ser la novela completa que es hoy en día, sino que era un cuento corto de seis capítulos de extensión. En esta entrada les dejo esos mismos seis capítulos (de la edición del IV centenario, editada por Alfaguara y la RAE, que pueden leer en línea aquí) y les propongo que los lean como si fuese la única versión que hubiera del Quijote y que nunca hubiéramos conocido la novela como la conocemos hoy. En verdad verán lo fantástico de este fragmento.

¡Una mordida!


"Don Quijote de la Mancha"

Capítulo primero

Que trata de la condición y ejercicio del famoso y valiente hidalgo [*] don Quijote de la Mancha [1]

En un lugar de la Mancha [2], de cuyo nombre no quiero acordarme [3], no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor [4]. Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches [5], duelos y quebrantos los sábados [6], lantejas los viernes [7], algún palomino de añadidura los domingos [8], consumían las tres partes de su hacienda [9]. El resto della concluían sayo de velarte [10], calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo [11], y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino [12]. Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera [13]. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años [14]. Era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro [15], gran madrugador y amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de «Quijada», o «Quesada», que en esto hay alguna diferencia en los autores que deste caso escriben, aunque por conjeturas verisímiles [*] se deja entender que se llamaba «Quijana» [*][16]. Pero esto importa poco a nuestro cuento: basta que en la narración dél no se salga un punto de la verdad.

Es, pues, de saber que este sobredicho hidalgo, los ratos que estaba ocioso —que eran los más del año—, se daba a leer libros de caballerías, con tanta afición y gusto, que olvidó casi de todo punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda; y llegó a tanto su curiosidad y desatino en esto [17], que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para comprar libros de caballerías en que [*] leer [18], y, así, llevó a su casa todos cuantos pudo haber dellos; y, de todos, ningunos le parecían tan bien [*] como los que compuso el famoso Feliciano de Silva [19], porque la claridad de su prosa y aquellas entricadas razones suyas le parecían de perlas, y más cuando llegaba a leer aquellos requiebros y cartas de desafíos [20], donde en muchas partes hallaba escrito: «La razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón me quejo de la vuestra fermosura» [21]. Y también cuando leía: «Los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente con las estrellas os fortifican y os hacen merecedora del merecimiento que merece la vuestra grandeza...» [22]

Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para solo ello. No estaba muy bien con las heridas que don Belianís daba y recebía, porque se imaginaba que, por grandes maestros que le hubiesen curado, no dejaría de tener el rostro y todo el cuerpo lleno de cicatrices y señales [23]. Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro con la promesa de aquella inacabable aventura, y muchas veces le vino deseo de tomar la pluma y dalle fin al pie de la letra como allí se promete [24]; y sin duda alguna lo hiciera, y aun saliera con ello [25], si otros mayores y continuos pensamientos no se lo estorbaran. Tuvo muchas veces competencia con el cura de su lugar —que era hombre docto, graduado en Cigüenza— [26] sobre cuál había sido mejor caballero: Palmerín de Ingalaterra o Amadís de Gaula [27]; mas maese Nicolás, barbero del mesmo pueblo [28], decía que ninguno llegaba al Caballero del Febo, y que si alguno se le podía comparar era don Galaor, hermano de Amadís de Gaula, porque tenía muy acomodada condición para todo, que no era caballero melindroso, ni tan llorón como su hermano, y que en lo de la valentía no le iba en zaga [29].



En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro [30], y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro de manera que vino a perder el juicio [31]. Llenósele la fantasía de todo aquello que leía en los libros, así de encantamentos como de pendencias, batallas, desafíos, heridas, requiebros, amores, tormentas y disparates imposibles; y asentósele de tal modo en la imaginación que era verdad toda aquella máquina de aquellas soñadas invenciones [*] que leía [32], que para él no había otra historia más cierta en el mundo [33]. Decía él que el Cid Ruy Díaz había sido muy buen caballero, pero que no tenía que ver con el Caballero de la Ardiente Espada, que de solo un revés había partido por medio dos fieros y descomunales gigantes [34]. Mejor estaba con Bernardo del Carpio, porque en Roncesvalles había muerto a Roldán, el encantado [35], valiéndose de la industria de Hércules, cuando ahogó a Anteo [*], el hijo de la Tierra, entre los brazos [36]. Decía mucho bien del gigante Morgante, porque, con ser de aquella generación gigantea, que todos son soberbios y descomedidos, él solo era afable y bien criado [37]. Pero, sobre todos, estaba bien con Reinaldos de Montalbán, y más cuando le veía salir de su castillo y robar cuantos topaba, y cuando en allende robó aquel ídolo de Mahoma que era todo de oro, según dice su historia [38]. Diera él, por dar una mano de coces al traidor de Galalón [39], al ama que tenía, y aun a su sobrina de añadidura.



En efeto, rematado ya su juicio [40], vino a dar en el más estraño pensamiento que jamás dio loco en el mundo [41], y fue que le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república [42], hacerse caballero andante y irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras y a ejercitarse en todo aquello que él había leído que los caballeros andantes se ejercitaban, deshaciendo todo género de agravio y poniéndose en ocasiones y peligros donde, acabándolos [43], cobrase eterno nombre y fama. Imaginábase el pobre ya coronado por el valor de su brazo, por lo menos del imperio de Trapisonda [44]; y así, con estos tan agradables pensamientos, llevado del estraño gusto que en ellos sentía [45], se dio priesa a poner en efeto lo que deseaba. Y lo primero que hizo fue limpiar unas armas que habían sido de sus bisabuelos, que, tomadas de orín y llenas [*] de moho, luengos siglos había que estaban puestas y olvidadas en un rincón. Limpiólas y aderezólas lo mejor que pudo; pero vio que tenían una gran falta, y era que no tenían celada de encaje, sino morrión simple [46]; mas a esto suplió su industria [47], porque de cartones hizo un modo de media celada que, encajada con el morrión, hacían [*] una apariencia de celada entera [48]. Es verdad que, para probar si era fuerte y podía estar al riesgo de una cuchillada [49], sacó su espada [50] y le dio dos golpes [51], y con el primero y en un punto deshizo lo que había hecho en una semana; y no dejó de parecerle mal la facilidad con que la había hecho pedazos, y, por asegurarse deste peligro [52], la tornó a hacer de nuevo, poniéndole unas barras de hierro por de dentro, de tal manera, que él quedó satisfecho de su fortaleza y, sin querer hacer nueva experiencia della, la diputó y tuvo por celada finísima de encaje.



Fue luego a ver su rocín [*], y aunque tenía más cuartos que un real [53] y más tachas que el caballo de Gonela, que «tantum pellis et ossa fuit» [54], le pareció que ni el Bucéfalo de Alejandro ni Babieca el del Cid con él se igualaban. Cuatro días se le pasaron en imaginar qué nombre le pondría [55]; porque —según se decía él a sí mesmo— no era razón que caballo de caballero tan famoso, y tan bueno él por sí, estuviese sin nombre conocido [56]; y ansí procuraba acomodársele, de manera que declarase quién había sido antes que fuese de caballero andante y lo que era entonces; pues estaba muy puesto en razón que, mudando su señor estado, mudase él también el nombre, y le cobrase [*] famoso y de estruendo, como convenía a la nueva orden y al nuevo ejercicio [*] que ya profesaba [57]; y así, después de muchos nombres que formó, borró y quitó, añadió, deshizo y tornó a hacer en su memoria e imaginación [58], al fin le vino a llamar «Rocinante», nombre, a su parecer, alto, sonoro y significativo de lo que había sido cuando fue rocín, antes de lo que ahora era, que era antes y primero de todos los rocines del mundo [59].

Puesto nombre, y tan a su gusto, a su caballo, quiso ponérsele a sí mismo, y en este pensamiento duró otros ocho días, y al cabo se vino a llamar «don Quijote» [60]; de donde, como queda dicho [*], tomaron ocasión los autores desta tan verdadera historia que sin duda se debía de llamar «Quijada» , y no «Quesada», como otros quisieron decir [61]. Pero acordándose que el valeroso Amadís no sólo se había contentado con llamarse «Amadís» a secas [62], sino que añadió el nombre de su reino y patria, por hacerla famosa [*], y se llamó «Amadís de Gaula» [63], así quiso, como buen caballero, añadir al suyo el nombre de la suya y llamarse «don Quijote de la Mancha», con que a su parecer declaraba muy al vivo su linaje y patria, y la honraba con tomar el sobrenombre della.



Limpias, pues, sus armas, hecho del morrión celada, puesto nombre a su rocín y confirmándose a sí mismo [*][64], se dio a entender [65] que no le faltaba otra cosa sino buscar una dama de quien enamorarse, porque el caballero andante sin amores era árbol sin hojas y sin fruto y cuerpo sin alma [66]. Decíase él:



—Si yo [*], por malos de mis pecados [67], o por mi buena suerte, me encuentro por ahí con algún gigante, como de ordinario les acontece a los caballeros andantes, y le derribo de un encuentro [68], o le parto por mitad del cuerpo, o, finalmente [69], le venzo y le rindo, ¿no será bien tener a quien enviarle presentado [70], y que entre y se hinque de rodillas ante mi dulce señora [71], y diga con voz humilde y rendida: [*] «Yo, señora [*], soy el gigante Caraculiambro, señor de la ínsula Malindrania [72], a quien venció en singular batalla [73] el jamás como se debe alabado caballero don Quijote de la Mancha, el cual me mandó que me presentase ante la vuestra merced [*], para que la vuestra grandeza disponga de mí a su talante»? [74]



¡Oh, cómo se holgó nuestro buen caballero cuando hubo hecho este discurso, y más cuando halló a quien dar nombre de su dama! Y fue, a lo que se cree, que en un lugar cerca del suyo había una moza labradora de muy buen parecer, de quien él un tiempo anduvo enamorado, aunque, según se entiende, ella jamás lo supo ni le dio cata [*] dello [75]. Llamábase Aldonza Lorenzo, y a esta le pareció ser bien darle título de señora de sus pensamientos; y, buscándole nombre que no desdijese mucho del suyo y que tirase y se encaminase al de princesa y gran señora, vino a llamarla «Dulcinea del Toboso» porque era natural del Toboso: nombre, a su parecer, músico y peregrino y significativo, como todos los demás que a él y a sus cosas había puesto [76].



Capítulo II



Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote



Hechas, pues, estas prevenciones, no quiso aguardar más tiempo a poner en efeto su pensamiento [1], apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza, [2] según eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar [3], sinrazones que emendar y abusos [*] que mejorar [4] y deudas que satisfacer. Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención [5] y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio [6], se armó de todas sus armas [7], subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga [8], tomó su lanza y por la puerta falsa de un corral salió al campo [9], con grandísimo contento y alborozo de ver con cuánta facilidad había dado principio a su buen deseo. Mas apenas se vio en el campo, cuando le asaltó un pensamiento terrible, y tal, que por poco le hiciera dejar la comenzada empresa; y fue que le vino a la memoria que no era armado caballero y que, conforme a ley de caballería, ni podía ni debía tomar armas con ningún caballero [10], y puesto que lo fuera, había de llevar armas blancas [11], como novel caballero, sin empresa en el escudo [12], hasta que por su esfuerzo la ganase. Estos pensamientos le hicieron titubear en su propósito; mas, pudiendo más su locura que otra razón alguna, propuso de hacerse armar caballero del primero que topase, a imitación de otros muchos que así lo hicieron, según él había leído en los libros que tal le tenían [13]. En lo de las armas blancas [14], pensaba limpiarlas de manera, en teniendo lugar, que lo fuesen más que un arminio [*][15]; y con esto se quietó [16] y prosiguió su camino, sin llevar otro que aquel que su caballo quería, creyendo que en aquello consistía la fuerza de las aventuras [17].



Yendo, pues, caminando nuestro flamante aventurero, iba hablando consigo mesmo y diciendo:



—¿Quién duda sino que en los venideros tiempos, cuando salga a luz la verdadera historia de mis famosos hechos, que el sabio que los escribiere no ponga, cuando llegue a contar esta mi primera salida tan de mañana, desta manera? [18]: «Apenas había el rubicundo Apolo tendido por la faz de la ancha y espaciosa tierra las doradas hebras de sus hermosos cabellos [19], y apenas los pequeños y pintados pajarillos con sus harpadas lenguas [20] habían saludado con dulce y meliflua armonía la venida de la rosada aurora, que, dejando la blanda cama del celoso marido, por las puertas y balcones del manchego horizonte a los mortales se mostraba [21], cuando el famoso caballero don Quijote de la Mancha, dejando las ociosas plumas [22], subió sobre su famoso caballo Rocinante y comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel» [23].



Y era la verdad que por él caminaba. Y añadió diciendo:



—Dichosa edad y siglo dichoso aquel adonde saldrán a luz las famosas hazañas mías [24], dignas de entallarse en bronces [*][25], esculpirse en mármoles y pintarse en tablas, para memoria en lo futuro. ¡Oh tú, sabio encantador, quienquiera que seas [26], a quien ha de tocar el ser coronista [27] desta peregrina historia! [28] Ruégote que no te olvides de mi buen Rocinante, compañero eterno mío en todos mis caminos y carreras [29].



Luego volvía diciendo, como si verdaderamente fuera enamorado:



—¡Oh princesa Dulcinea, señora deste cautivo corazón! Mucho agravio me habedes fecho en despedirme y reprocharme con el riguroso [*] afincamiento de mandarme no parecer ante la vuestra fermosura. Plégaos, señora, de membraros deste vuestro sujeto corazón, que tantas cuitas por vuestro amor padece [30].



Con estos iba ensartando otros disparates, todos al modo de los que sus libros le habían enseñado, imitando en cuanto podía su lenguaje. Con esto [*], caminaba tan despacio, y el sol entraba tan apriesa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle los sesos, si algunos tuviera [31].



Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, [32] de lo cual se desesperaba, porque quisiera topar luego [33] con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo. Autores hay que dicen que la primera aventura que le avino fue la del Puerto Lápice; otros dicen que la de los molinos de viento [34]; pero lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado escrito en los anales de la Mancha [35] es que él anduvo todo aquel día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre, y que, mirando a todas partes por ver si descubriría [*] algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse [36] y adonde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad [*], vio, no lejos del camino por donde iba, una venta [37], que fue como si viera una estrella que, no a los portales [*], sino a los alcázares de su redención le encaminaba [38]. Diose priesa a caminar y llegó a ella a tiempo que anochecía.



Estaban acaso [39] a la puerta dos mujeres mozas, destas que llaman del partido [40], las cuales iban a Sevilla con unos arrieros que en la venta aquella noche acertaron a hacer jornada [41]; y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata [42], sin faltarle su puente levadiza y honda cava [43], con todos aquellos adherentes que semejantes [*] castillos se pintan. Fuese llegando a la venta que a él le parecía castillo, y a poco trecho della detuvo las riendas a Rocinante, esperando que algún enano se pusiese entre las almenas a dar señal con alguna trompeta de que llegaba caballero al castillo [44]. Pero como vio que se tardaban y que Rocinante se daba priesa por llegar a la caballeriza, se llegó a la puerta de la venta y vio a las dos destraídas mozas que allí estaban [45], que a él le parecieron dos hermosas doncellas o dos graciosas damas que delante de la puerta del castillo se estaban solazando [46]. En esto sucedió acaso que un porquero que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de puercos (que sin perdón así se llaman) [47] tocó un cuerno, a cuya señal ellos se recogen, y al instante se le representó a don Quijote lo que deseaba, que era que algún enano hacía señal de su venida; y, así, con estraño contento [48] llegó a la venta y a las damas, las cuales, como vieron venir un hombre de aquella suerte armado, y con lanza y adarga, llenas de miedo se iban a entrar en la venta; pero don Quijote, coligiendo por su huida su miedo, [49] alzándose la visera de papelón [50] y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil talante y voz reposada les dijo:



—Non fuyan [*] las vuestras mercedes, ni teman desaguisado alguno, ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran [51].



Mirábanle [*] las mozas y andaban con los ojos buscándole el rostro, que la mala visera le encubría; mas como se oyeron llamar doncellas, cosa tan fuera de su profesión, no pudieron tener la risa y fue de manera que don Quijote vino a correrse [52] y a decirles:



—Bien parece la mesura en las fermosas, y es mucha sandez además la risa que de leve causa procede; pero non vos [*] lo digo porque os acuitedes ni mostredes mal talante, que el mío non es de ál que de serviros [53].



El lenguaje, no entendido de las señoras [54], y el mal talle de nuestro caballero [55] acrecentaba en ellas la risa, y en él el enojo, y pasara muy [*] adelante si a aquel [*] punto no saliera el ventero, hombre que, por ser muy gordo, era muy pacífico [56], el cual, viendo aquella figura contrahecha [57], armada de armas tan desiguales como eran la brida [*], lanza, adarga y coselete [58], no estuvo en nada en acompañar a las doncellas en las muestras de su contento [59]. Mas, en efeto, temiendo la máquina de tantos pertrechos [60], determinó de hablarle comedidamente y, así, le dijo:



—Si vuestra merced, señor caballero, busca posada, amén del lecho [61], porque en esta venta no hay ninguno, todo lo demás se hallará en ella en mucha abundancia [*].



Viendo don Quijote [*] la humildad del alcaide de la fortaleza [62], que tal le pareció a él el ventero y la venta [*], respondió:



—Para mí, señor castellano, cualquiera cosa basta, porque «mis arreos son las armas, mi descanso el pelear» [63], etc.



Pensó el huésped [64] que el haberle llamado castellano había sido por haberle parecido de los sanos de Castilla, aunque él era andaluz [65], y de los de la playa de Sanlúcar [66], no menos ladrón que Caco, ni menos maleante que estudiantado [*] paje [67] y, así, le respondió:



—Según eso, las camas de vuestra merced serán duras [*] peñas, y su dormir, siempre velar; y siendo así bien se puede apear, con seguridad de hallar en esta choza ocasión y ocasiones para no dormir en todo un año, cuanto más en una noche.



Y diciendo esto fue a tener el estribo [*] a don Quijote, el cual se apeó con mucha dificultad y trabajo, como aquel que en todo aquel día no se había desayunado.



Dijo luego al huésped que le tuviese mucho cuidado de su caballo, porque era la mejor pieza que comía pan en el mundo [68]. Miróle el ventero, y no le pareció tan bueno como don Quijote decía, ni aun la mitad; y, acomodándole en la caballeriza, volvió a ver lo que su huésped mandaba, al cual estaban desarmando las doncellas, que ya se habían reconciliado con él; las cuales, aunque le habían quitado el peto y el espaldar, jamás supieron ni pudieron desencajarle la gola [69], ni quitalle la contrahecha celada, que traía atada con unas cintas verdes [70], y era menester cortarlas, por no poderse quitar los ñudos; mas él no lo quiso consentir en ninguna manera y, así, se quedó toda aquella noche con la celada puesta, que era la más graciosa y estraña figura que se pudiera pensar; y al desarmarle, como él se imaginaba que aquellas traídas y llevadas que le desarmaban [71] eran algunas principales señoras y damas de aquel castillo, les dijo con mucho donaire:



—«Nunca fuera caballero de

damas tan bien servido

como fuera don Quijote

cuando de su aldea vino:

doncellas curaban dél;

princesas, del su rocino» [*][72],



o Rocinante, que este es el nombre, señoras mías, de mi caballo, y don Quijote de la Mancha el mío; que, puesto que no quisiera descubrirme [73] fasta que las fazañas fechas en vuestro servicio y pro [74] me descubrieran, la fuerza de acomodar al propósito presente este romance viejo de Lanzarote [75] ha sido causa que sepáis mi nombre antes de toda sazón; pero tiempo vendrá en que las vuestras señorías me manden y yo obedezca, y el valor de mi brazo descubra el deseo que tengo de serviros.



Las mozas, que no estaban hechas a oír semejantes retóricas [76], no respondían palabra; solo le preguntaron si quería comer alguna cosa.



—Cualquiera yantaría yo [77] —respondió don Quijote—, porque, a lo que entiendo, me haría mucho al caso [78].



A dicha [79], acertó a ser viernes aquel día [80], y no había en toda la venta sino unas raciones de un pescado que en Castilla llaman abadejo, y en Andalucía bacallao, y en otras partes curadillo, y en otras truchuela [81]. Preguntáronle si por ventura comería su merced truchuela, que no había otro pescado que dalle a comer.



—Como haya muchas truchuelas —respondió don Quijote—, podrán servir de una trucha, porque eso se me da [*][82] que me den ocho reales en sencillos que en una pieza de a ocho [83]. Cuanto más, que podría ser que fuesen estas truchuelas como la ternera, que es mejor que la vaca, y el cabrito que el cabrón [84]. Pero, sea lo que fuere, venga luego, que el trabajo y peso de las armas no se puede llevar sin el gobierno de las tripas [85].



Pusiéronle la mesa a la puerta de la venta, por el fresco, y trújole el huésped [86] una porción del mal remojado y peor cocido bacallao y un pan tan negro y mugriento como sus armas; pero era materia de grande risa verle comer, porque, como tenía puesta la celada y alzada la visera [*][87], no podía poner nada en la boca con sus manos si otro no se lo daba y ponía, y, ansí, una de aquellas señoras servía deste menester. Mas al darle de beber, no fue posible, ni lo fuera si el ventero no horadara una caña, y, puesto el un cabo en la boca, por el otro le iba echando el vino [88]; y todo esto lo recebía en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la celada. Estando en esto, llegó acaso a la venta un castrador de puercos, y así como llegó, sonó su silbato de cañas [89] cuatro o cinco veces, con lo cual acabó de confirmar don Quijote que estaba en algún famoso castillo y que le servían con música [*] y que el abadejo eran truchas, el pan candeal [*][90] y las rameras damas y el ventero castellano del castillo, y con esto daba por bien empleada su determinación y salida. Mas lo que más le fatigaba [91] era el no verse armado caballero, por parecerle que no se podría poner legítimamente en aventura alguna sin recebir la orden de caballería.



Capítulo III



Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero [1]



Y, así, fatigado deste pensamiento, abrevió su venteril y limitada cena; la cual acabada, llamó al ventero y, encerrándose con él en la caballeriza, se hincó de rodillas ante él, diciéndole:



—No me levantaré jamás de donde estoy, valeroso caballero, fasta que la vuestra cortesía me otorgue un don que pedirle quiero [2], el cual redundará en alabanza vuestra y en pro del género humano [3].



El ventero, que vio a su huésped a sus pies y oyó semejantes [*] razones, estaba confuso mirándole, sin saber qué hacerse ni decirle, y porfiaba con él que se levantase, y jamás quiso [4], hasta que le hubo de decir que él le otorgaba el don que le pedía.



—No esperaba yo menos de la gran magnificencia vuestra, señor mío —respondió don Quijote—, y así os digo que el don que os he pedido y de vuestra liberalidad me ha sido otorgado es que mañana en aquel día me habéis de armar caballero [5], y esta noche en la capilla deste vuestro castillo velaré las armas [6], y mañana, como tengo dicho, se cumplirá lo que tanto deseo, para poder como se debe ir por todas las cuatro partes del mundo [7] buscando las aventuras, en pro de los menesterosos, como está a cargo de la caballería y de los caballeros andantes, como yo soy, cuyo deseo a semejantes fazañas es inclinado.



El ventero, que, como está dicho, era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de su huésped [8], acabó de creerlo cuando acabó de oírle [*] semejantes razones y, por tener que reír aquella noche, determinó de seguirle el humor; y, así, le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y pedía y que tal [*] prosupuesto [9] era propio y natural de los caballeros tan principales como él parecía y como su gallarda presencia mostraba; y que él ansimesmo, en los años de su mocedad, se había dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del mundo, buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Málaga, Islas de Riarán [*], Compás de Sevilla, Azoguejo de Segovia, la Olivera de Valencia, Rondilla de Granada, Playa de Sanlúcar, Potro de Córdoba y las Ventillas de Toledo y otras diversas partes [10], donde había ejercitado la ligereza de sus pies, sutileza de sus manos, haciendo muchos tuertos, recuestando muchas viudas [11], deshaciendo algunas doncellas y engañando a algunos pupilos y, finalmente, dándose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en toda España [12]; y que, a lo último, se había venido a recoger a aquel su castillo, donde vivía con su hacienda y con las ajenas, recogiendo en él a todos los caballeros andantes, de cualquiera calidad y condición que fuesen, solo por la mucha afición que les tenía y porque partiesen con él de sus haberes [13], en pago de su buen deseo.



Díjole también que en aquel su castillo no había capilla alguna donde poder velar las armas, porque estaba derribada para hacerla de nuevo, pero que en caso de necesidad él sabía que se podían velar dondequiera y que aquella noche las podría velar en un patio del castillo, que a la mañana, siendo Dios servido, se harían las debidas ceremonias de manera que él quedase armado caballero, y tan caballero, que no pudiese ser más en el mundo.



Preguntóle si traía dineros; respondió don Quijote que no traía blanca [14], porque él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído. A esto dijo el ventero que se engañaba, que, puesto caso que en las historias no se escribía [15], por haberles parecido a los autores dellas [*] que no era menester escrebir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas limpias, no por eso se había de creer que no los trujeron, y, así, tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes, de que tantos libros están llenos y atestados, llevaban bien herradas las bolsas [16], por lo que pudiese sucederles, y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas que recebían, porque no todas veces en los campos y desiertos donde se combatían y salían heridos había quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador por amigo, que luego los socorría, trayendo por el aire en alguna nube alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud [17], que en gustando alguna gota della luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno hubiesen [*] tenido; mas que, en tanto que esto no hubiese [*], tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada que sus escuderos fuesen proveídos de dineros y de otras cosas necesarias, como eran hilas y ungüentos para curarse [18]; y cuando sucedía que los tales caballeros no tenían escuderos —que eran pocas y raras veces— [19], ellos mesmos lo llevaban todo en unas alforjas muy sutiles, que casi no se parecían [20], a las ancas del caballo, como que era otra cosa de más importancia, porque, no siendo por ocasión semejante, esto de llevar alforjas no fue muy admitido entre los caballeros andantes; y por esto le daba por consejo, pues aun se lo podía [*] mandar como a su ahijado [21], que tan presto lo había de ser, que no caminase de allí adelante sin dineros y sin las prevenciones referidas [*], y que vería cuán bien se hallaba con ellas, cuando menos se pensase.



Prometióle don Quijote de hacer lo que se le aconsejaba, con toda puntualidad; y, así, se dio luego orden como velase las armas en un corral grande que a un lado de la venta estaba, y recogiéndolas don Quijote todas, las puso sobre una pila que junto a un pozo estaba [22] y, embrazando su adarga [23], asió de su lanza y con gentil continente [24], se comenzó a pasear delante de la pila; y cuando comenzó el paseo comenzaba a cerrar la noche.



Contó el ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas y la armazón de caballería que esperaba [25]. Admiráronse de tan estraño género de locura y fuéronselo [*] a mirar desde lejos, y vieron que con sosegado ademán unas veces se paseaba; otras, arrimado a su lanza, ponía los ojos en las armas, sin quitarlos por un buen espacio dellas. Acabó de cerrar la noche, pero con [*] tanta claridad de la luna, que podía competir con el que se la prestaba [26], de manera que cuanto el novel caballero hacía era bien visto de todos. Antojósele en esto a uno de los arrieros que estaban en la venta ir a dar agua a su recua [27], y fue menester quitar las armas de don Quijote, que estaban sobre la pila; el cual, viéndole llegar, en voz alta le dijo:



—¡Oh tú, quienquiera que seas, atrevido caballero, que llegas a tocar las armas del más valeroso andante que jamás se ciñó espada [28]! Mira lo que haces, y no las toques, si no quieres dejar la vida en pago de tu atrevimiento [*].



No se curó el arriero destas razones (y fuera mejor que se curara, porque fuera curarse en salud) [29], antes, trabando de las correas [30], las arrojó gran trecho de sí. Lo cual visto por don Quijote, alzó los ojos al cielo y, puesto el pensamiento —a lo que pareció— en su señora Dulcinea, dijo:



—Acorredme, señora mía, en esta primera afrenta que a este vuestro avasallado pecho se le ofrece; no me desfallezca en este primero trance vuestro favor y amparo [31].



Y diciendo estas y otras semejantes razones, soltando la adarga, alzó la lanza a dos manos y dio con ella tan gran golpe al arriero en la cabeza, que le derribó en el suelo tan maltrecho, que, si segundara con otro, no tuviera necesidad de maestro que le curara [32]. Hecho esto, recogió sus armas y tornó a pasearse con el mismo reposo que primero. Desde allí a poco, sin saberse lo que había pasado —porque aún estaba [*] aturdido el arriero—, llegó otro con la mesma intención de dar agua a sus mulos y, llegando a quitar las armas para desembarazar la pila, sin hablar don Quijote palabra y sin pedir favor a nadie soltó otra vez la adarga y alzó otra vez la lanza y, sin hacerla pedazos [33], hizo más de tres la cabeza del segundo arriero, porque se la abrió por cuatro. Al ruido acudió toda la gente de la venta, y entre ellos el ventero. Viendo esto don Quijote, embrazó su adarga y, puesta mano a su espada, dijo:



—¡Oh señora de la fermosura, esfuerzo y vigor del debilitado corazón mío! Ahora es tiempo que vuelvas los ojos de tu grandeza a este tu cautivo caballero, que tamaña aventura está atendiendo [34].



Con esto cobró, a su parecer, tanto ánimo, que si le acometieran todos los arrieros del mundo, no volviera el pie atrás. Los compañeros de los heridos, que tales los vieron, comenzaron desde lejos a llover piedras sobre don Quijote, el cual lo mejor que podía se reparaba con su adarga [35] y no se osaba apartar de la pila, por no desamparar las armas. El ventero daba voces que le dejasen, porque ya les había dicho como era loco, y que por loco se libraría, aunque los matase a todos. También don Quijote las daba, mayores, llamándolos de alevosos y traidores [36], y que el señor [*] del castillo era un follón y mal nacido caballero [37], pues de tal manera consentía que se tratasen los andantes caballeros; y que si él hubiera recebido la orden de caballería, que él le diera a entender su alevosía:



—Pero de vosotros, soez y baja canalla [38], no hago caso alguno: tirad, llegad, venid y ofendedme en cuanto pudiéredes [*], que vosotros veréis el pago que lleváis de vuestra sandez y demasía [39].



Decía esto con tanto brío y denuedo, que infundió un terrible temor en los que le acometían; y así por esto como por las persuasiones del ventero, le dejaron de tirar, y él dejó retirar a los heridos y tornó a la vela de sus armas con la misma quietud y sosiego que primero.



No le parecieron bien al ventero las burlas de su huésped, y determinó abreviar y darle la negra orden de caballería luego [40], antes que otra desgracia sucediese. Y, así, llegándose a él, se desculpó de la insolencia que aquella gente baja con él había usado, sin que él supiese cosa alguna, pero que bien castigados quedaban de su atrevimiento. Díjole como ya le había dicho que en aquel castillo no había capilla, y para lo que restaba de hacer tampoco era necesaria, que todo el toque de quedar armado caballero [41] consistía en la pescozada y en el espaldarazo [42], según él tenía noticia del ceremonial de la orden, y que aquello en mitad de un campo se podía hacer, y que ya había cumplido con lo que tocaba al velar de las armas, que con solas dos horas de vela se cumplía, cuanto más que él había estado más de cuatro. Todo se lo creyó don Quijote, que [*] él estaba allí pronto para obedecerle y que concluyese con la mayor brevedad que pudiese, porque, si fuese otra vez acometido y se viese armado caballero, no pensaba dejar persona viva en el castillo, eceto [43] aquellas que él le mandase, a quien por su respeto dejaría.



Advertido y medroso desto el castellano [44], trujo luego un libro donde asentaba la paja y cebada que daba a los arrieros [45], y con un cabo de vela que le traía un muchacho, y con las dos ya dichas doncellas, se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas [46]; y, leyendo en su manual [47], como que decía alguna devota oración, en mitad de la leyenda [48] alzó la mano y diole sobre el cuello un buen golpe [*], y tras él, con su mesma espada, un gentil espaldarazo [49], siempre murmurando entre dientes, como que rezaba. Hecho esto, mandó a una de aquellas damas [50] que le ciñese la espada [51], la cual lo hizo con mucha desenvoltura y discreción, porque no fue menester poca para no reventar de risa a cada punto de las ceremonias; pero las proezas que ya habían visto del novel caballero les tenía [*] la risa a raya. Al ceñirle la espada dijo la buena señora:



—Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y le dé ventura en lides [52].



Don Quijote le preguntó cómo se llamaba, porque él supiese de allí adelante a quién quedaba obligado por la merced recebida, porque pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo [53]. Ella respondió con mucha humildad que se llamaba la Tolosa, y que era hija de un remendón natural de Toledo [54], que vivía a las tendillas [*] de Sancho Bienaya [55], y que dondequiera que ella estuviese le serviría y le tendría por señor. Don Quijote le replicó que, por su amor, le hiciese merced que de allí adelante se pusiese don y se llamase «doña Tolosa» [56]. Ella se lo prometió, y la otra le calzó la espuela, con la cual le pasó casi el mismo coloquio que con la de la espada [57]. Preguntóle su nombre, y dijo que se llamaba la Molinera y que era hija de un honrado molinero de Antequera [58]; a la cual [*] también rogó don Quijote que se pusiese don y se llamase «doña Molinera», ofreciéndole nuevos servicios y mercedes [59].



Hechas, pues, de galope y aprisa [*] las hasta allí nunca vistas ceremonias [60], no vio la hora don Quijote de verse a caballo [61] y salir buscando las aventuras, y, ensillando luego a Rocinante, subió en él y [*], abrazando [*] a su huésped, le dijo cosas tan estrañas, agradeciéndole la merced de haberle armado caballero, que no es posible acertar a referirlas. El ventero, por verle ya fuera de la venta, con no menos retóricas, aunque con más breves palabras, respondió a las suyas y, sin pedirle [*] la costa de la posada, le dejó ir a la buen hora [*][62].



Capítulo IIII+ [*]



De lo que le sucedió a nuestro caballero [*] cuando salió de la venta



La del alba sería [1] cuando don Quijote salió de la venta tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo [2]. Mas viniéndole a la memoria los consejos de su huésped cerca de las prevenciones tan necesarias que había de llevar consigo [3], especial la de los dineros y camisas [4], determinó volver a su casa y acomodarse de todo [5], y de un escudero, haciendo cuenta de recebir a un labrador vecino suyo [6] que era pobre y con hijos, pero muy a propósito para el oficio escuderil de la caballería [7]. Con este pensamiento guió a Rocinante hacia su aldea, el cual, casi conociendo la querencia [8], con tanta gana comenzó a caminar, que parecía que no ponía los pies en el suelo.



No había andado mucho cuando le pareció que a su diestra mano, de la espesura de un bosque que allí estaba [9], salían unas voces delicadas, como de persona que se quejaba; y apenas las hubo oído, cuando dijo:



—Gracias doy al cielo por la merced que me hace, pues tan presto me pone ocasiones delante donde yo pueda cumplir con lo que debo a mi profesión y donde pueda coger el fruto de mis buenos deseos. Estas voces, sin duda, son de algún menesteroso o menesterosa que ha menester mi favor y ayuda.



Y, volviendo las riendas, encaminó a Rocinante hacia donde le pareció que las voces salían [10], y, a pocos pasos que entró por el bosque, vio atada una yegua a una encina, y atado en otra a un muchacho, desnudo de medio cuerpo arriba, hasta de edad de quince años [11], que era el que las voces daba, y no sin causa, porque le estaba dando con una pretina [12] muchos azotes un labrador de buen talle [13], y cada azote le acompañaba con una reprehensión y consejo. Porque decía:



—La lengua queda y los ojos listos [14].



Y el muchacho respondía:



—No lo haré otra vez, señor mío; por la pasión de Dios, que no lo haré otra vez, y yo prometo de tener de aquí adelante más cuidado con el hato [15].



Y viendo don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo:



—Descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede [16]; subid sobre vuestro caballo y tomad vuestra lanza [17] —que también tenía una lanza arrimada a la encina adonde estaba arrendada [*] la yegua— [18], que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo.



El labrador, que vio sobre sí aquella figura llena de armas blandiendo la lanza sobre su rostro [19], túvose por muerto, y con buenas palabras respondió:



—Señor caballero, este muchacho que estoy castigando es un mi criado, que me sirve de guardar una manada de ovejas que tengo en estos contornos, el cual es tan descuidado, que cada día me falta una; y porque castigo su descuido, o bellaquería, dice que lo hago de miserable [20], por no pagalle la soldada que le debo, y en Dios y en mi ánima que miente [21].



—¿«Miente» delante [*] de mí, ruin villano [22]? —dijo don Quijote—. Por el sol que nos alumbra, que estoy por pasaros de parte a parte con esta lanza. Pagadle [*] luego sin más réplica; si no, por el Dios que nos rige, que os concluya y aniquile en este punto. Desatadlo luego.



El labrador bajó la cabeza [23] y, sin responder palabra, desató a su criado, al cual preguntó don Quijote que cuánto le debía su amo. Él dijo que nueve meses, a siete reales cada mes. Hizo la cuenta don Quijote y halló que montaban setenta y tres [*] reales [24], y díjole al labrador que al momento los desembolsase, si no quería morir por ello. Respondió el medroso villano que para el paso en que estaba y juramento que había hecho [25] —y aún no había jurado nada—, que no eran tantos, porque se le habían de descontar y recebir en cuenta [26] tres pares de zapatos que le había dado, y un real de dos sangrías que le habían hecho estando enfermo [27].



—Bien está todo eso —replicó don Quijote—, pero quédense los zapatos y las sangrías por los azotes que sin culpa le habéis dado, que, si él rompió el cuero de los zapatos que vos pagastes, vos le habéis rompido el de su cuerpo [28], y si le sacó el barbero sangre estando enfermo, vos en sanidad se la habéis sacado [29]; ansí que por esta parte no os debe nada.



—El daño está [30], señor caballero, en que no tengo aquí dineros: véngase Andrés conmigo a mi casa, que yo se los pagaré un real sobre otro.



—¿Irme yo con él? —dijo el muchacho—. Mas ¡mal año [31]! No, señor [*], ni por pienso, porque en viéndose solo me desuelle [*] como a un San Bartolomé [32].



—No hará tal —replicó don Quijote—: basta que yo se lo mande para que me tenga respeto [33]; y con que él me lo jure por la ley de caballería que ha recebido [34], le dejaré ir libre y aseguraré la paga.



—Mire vuestra merced, señor, lo que dice —dijo el muchacho—, que este mi amo no es caballero, ni ha recebido orden de caballería alguna, que es Juan Haldudo el rico [35], el vecino del Quintanar [36].



—Importa poco eso —respondió don Quijote—, que Haldudos puede haber caballeros; cuanto más, que cada uno es hijo de sus obras [37].



—Así es verdad —dijo Andrés—, pero este mi amo ¿de qué obras es hijo, pues me niega mi soldada y mi sudor y trabajo?



—No niego, hermano Andrés [38] —respondió el labrador—, y hacedme placer de veniros conmigo, que yo juro por todas las órdenes que de caballerías hay en el mundo de pagaros, como tengo dicho, un real sobre otro, y aun sahumados [39].



—Del sahumerio os hago gracia [40] —dijo don Quijote—: dádselos en reales [41], que con eso me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado: si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros [*], y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija. Y si queréis saber quién os manda esto, para quedar con más veras obligado a cumplirlo, sabed que yo soy el valeroso don Quijote de la Mancha, el desfacedor de agravios y sinrazones, y a Dios quedad, y no se os parta [*] de las mientes lo prometido y jurado [42], so pena de la pena pronunciada.



Y, en diciendo esto, picó a su Rocinante y en breve espacio [43] se apartó dellos. Siguióle el labrador con los ojos y, cuando vio que había traspuesto del bosque y que ya no parecía [44], volvióse a su criado Andrés y díjole:

—Venid acá, hijo mío, que os quiero pagar lo que os debo, como aquel desfacedor [*] de agravios me dejó mandado.



—Eso juro yo —dijo Andrés—, y ¡cómo que andará vuestra merced acertado en cumplir el mandamiento de aquel buen caballero, que mil años viva, que, según es de valeroso y de buen juez, vive Roque [45] que si no me paga, que vuelva y ejecute lo que dijo!



—También lo juro yo —dijo el labrador—, pero, por lo mucho que os quiero, quiero acrecentar la deuda, por acrecentar [*] la paga.



Y, asiéndole del brazo, le tornó a atar a la encina, donde le dio tantos azotes, que le dejó por muerto.



—Llamad, señor Andrés, ahora —decía el labrador— al desfacedor de agravios: veréis cómo no desface aqueste; aunque creo que no está acabado de hacer, porque me viene gana de desollaros vivo, como vos temíades.



Pero al fin le desató y le dio licencia que fuese a buscar su juez [*], para que ejecutase la pronunciada sentencia. Andrés se partió algo mohíno, jurando de ir a buscar al valeroso don Quijote de la Mancha y contalle punto por punto lo que había pasado, y que se lo había de pagar con las setenas [46]. Pero, con todo esto, él se partió llorando y su amo se quedó riendo.



Y desta manera deshizo el agravio el valeroso don Quijote [47]; el cual, contentísimo de lo sucedido, pareciéndole que había dado felicísimo y alto principio a sus caballerías, con gran satisfación de sí mismo iba caminando hacia su aldea, diciendo a media voz:



—Bien te puedes llamar dichosa sobre cuantas hoy viven en la tierra, ¡oh sobre las bellas bella [48] Dulcinea del Toboso!, pues te cupo en suerte tener sujeto y rendido a toda tu voluntad e talante a un tan valiente y tan nombrado caballero como lo es y será don Quijote de la Mancha; el cual, como todo el mundo sabe, ayer rescibió la orden de caballería y hoy ha desfecho [*] el mayor tuerto y agravio que formó la sinrazón y cometió la crueldad [49]: hoy quitó el látigo de la mano a aquel despiadado [*] enemigo que tan sin ocasión vapulaba [50] a aquel delicado infante [51].



En esto, llegó a un camino que en cuatro se dividía [52], y luego se le vino [*] a la imaginación las encrucijadas [*] donde los caballeros andantes se ponían a pensar cuál camino de aquellos tomarían; y, por imitarlos, estuvo un rato quedo, y al cabo de haberlo muy bien pensado soltó la rienda a Rocinante, dejando a la voluntad del rocín la suya [53], el cual siguió su primer intento, que fue el irse camino de su caballeriza. Y, habiendo andado como dos millas [54], descubrió don Quijote un grande tropel de gente, que, como después se supo, eran unos mercaderes toledanos que iban a comprar seda a Murcia [55]. Eran seis, y venían con sus quitasoles [56], con otros cuatro criados a caballo y tres mozos de mulas a pie. Apenas los divisó don Quijote, cuando se imaginó ser cosa de nueva aventura; y, por imitar en todo cuanto a él le parecía posible los pasos que había leído en sus libros [57], le pareció venir allí de molde [58] uno que pensaba hacer. Y, así, con gentil continente y denuedo, se afirmó bien en los estribos, apretó la lanza, llegó la adarga al pecho y, puesto en la mitad del camino, estuvo esperando que aquellos caballeros andantes llegasen, que ya él por tales los tenía y juzgaba; y, cuando llegaron a trecho que se pudieron ver y oír [59], levantó don Quijote la voz y con ademán arrogante dijo:



—Todo el mundo se tenga [60], si todo el mundo no confiesa que no hay en el mundo todo doncella más hermosa que la Emperatriz de la Mancha, la sin par Dulcinea del Toboso [61].



Paráronse los mercaderes al son destas razones, y a ver la estraña figura del que las decía; y por la figura y por las razones [*] luego echaron de ver la locura de su dueño, mas quisieron ver despacio en qué paraba aquella confesión que se les pedía, y uno dellos, que era un poco burlón y muy mucho discreto [62], le dijo:



—Señor caballero, nosotros no conocemos quién sea esa buena señora que decís; mostrádnosla, que, si ella fuere de tanta hermosura como significáis, de buena gana y sin apremio alguno confesaremos la verdad que por parte vuestra nos es pedida.



—Si os la mostrara —replicó don Quijote—, ¿qué hiciérades vosotros en confesar una verdad tan notoria [63]? La importancia está en que sin verla lo habéis de creer, confesar, afirmar, jurar y defender [64]; donde no [65], conmigo sois en batalla, gente descomunal y soberbia [66]. Que ahora vengáis uno a uno, como pide la orden de caballería, ora todos juntos, como es costumbre y mala usanza de los de vuestra ralea, aquí os aguardo y espero, confiado en la razón que de mi parte tengo.



—Señor caballero —replicó el mercader—, suplico a vuestra merced en nombre de todos estos príncipes que aquí estamos que, porque no encarguemos nuestras conciencias [67] confesando una cosa por nosotros jamás vista ni oída [68], y más siendo tan en perjuicio de las emperatrices y reinas del Alcarria y Estremadura, que vuestra merced sea servido de mostrarnos algún retrato de esa señora, aunque sea tamaño como un grano de trigo [69]; que por el hilo se sacará el ovillo [70] y quedaremos con esto satisfechos y seguros, y vuestra merced quedará contento y pagado [71]; y aun creo que estamos ya tan de su parte, que, aunque su retrato nos muestre que es tuerta de un ojo y que del otro le mana bermellón y piedra azufre [72], con todo eso, por complacer a vuestra merced, diremos en su favor todo lo que quisiere.



—No le mana, canalla infame —respondió don Quijote encendido en cólera—, no le mana, digo, eso que decís, sino ámbar y algalia entre algodones [73]; y no es tuerta ni corcovada [74], sino más derecha que un huso de Guadarrama [75]. Pero vosotros pagaréis la grande blasfemia que habéis dicho contra tamaña beldad como es la de mi señora.



Y, en diciendo esto, arremetió con la lanza baja contra el que lo había dicho, con tanta furia y enojo, que si la buena suerte no hiciera que en la mitad del camino tropezara y cayera Rocinante, lo pasara mal el atrevido mercader. Cayó Rocinante, y fue rodando su amo una buena pieza por el campo [76]; y, queriéndose levantar, jamás pudo [77]: tal embarazo le causaban la lanza, adarga, espuelas y celada, con el peso de las antiguas armas. Y, entre tanto que pugnaba por levantarse y no podía, estaba diciendo:



—Non fuyáis, gente cobarde; gente cautiva, atended [78] que no por culpa mía, sino de mi caballo, estoy aquí tendido [79].



Un mozo de mulas de los que allí venían, que no debía de ser muy bienintencionado, oyendo decir al pobre caído tantas arrogancias, no lo pudo sufrir sin darle la respuesta en las costillas. Y, llegándose a él, tomó la lanza y, después de haberla hecho pedazos [80], con uno dellos comenzó a dar a nuestro don Quijote tantos palos, que, a despecho y pesar de sus armas, le molió como cibera [81]. Dábanle voces sus amos que no le diese tanto y que le dejase; pero estaba ya el mozo picado y no quiso dejar el juego hasta envidar todo el resto de su cólera [82]; y, acudiendo por los demás trozos de la lanza, los acabó de deshacer sobre el miserable caído, que, con toda aquella tempestad de palos que sobre él llovía [*] [83], no cerraba la boca, amenazando al cielo y a la tierra, y a los malandrines [84], que tal le parecían.



Cansóse el mozo, y los mercaderes siguieron su camino, llevando que contar en todo él del pobre apaleado. El cual, después que se vio solo, tornó a probar si podía levantarse; pero si no lo pudo hacer cuando sano y bueno, ¿cómo lo haría molido y casi deshecho? Y aun se tenía por dichoso, pareciéndole que aquella era propia desgracia de caballeros andantes, y toda la atribuía a la falta de su caballo; y no era posible levantarse, según tenía brumado todo el cuerpo [85].



Capítulo V



Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero



Viendo, pues, que, en efeto, no podía menearse, acordó de acogerse a su ordinario remedio, que era pensar en algún paso de sus libros [1], y trújole su locura a la memoria aquel de Valdovinos y del marqués de Mantua, cuando Carloto le dejó herido en la montiña [2], historia sabida de los niños [3], no ignorada de los mozos, celebrada y aun creída de los viejos, y, con todo esto, no más verdadera que los milagros de Mahoma [4]. Esta, pues, le pareció a él que le venía de molde para el paso en que se hallaba, y así, con muestras de grande sentimiento, se comenzó a volcar [5] por la tierra y a decir con debilitado aliento lo mesmo que dicen decía el herido caballero del bosque:



—¿Dónde estás, señora mía,

que no te duele mi mal?

O no lo sabes, señora,

o eres falsa y desleal [6].



Y desta manera fue prosiguiendo el romance, hasta aquellos versos que dicen:



—¡Oh noble marqués de Mantua,

mi tío y señor carnal [7]!



Y quiso la suerte que, cuando llegó a este verso, acertó a pasar por allí un labrador de su mesmo lugar y vecino suyo, que venía de llevar una carga de trigo al molino [8]; el cual, viendo aquel hombre allí tendido, se llegó a él y le preguntó que quién era y qué mal sentía, que tan tristemente se quejaba. Don Quijote creyó sin duda que aquel era el marqués de Mantua, su tío, y, así, no le respondió otra cosa sino fue proseguir en su romance, donde le daba cuenta de su desgracia y de los amores del hijo del Emperante con su esposa [9], todo de la mesma manera que el romance lo canta.



El labrador estaba admirado oyendo aquellos disparates; y quitándole la visera, que ya estaba hecha pedazos, de los palos, le limpió el rostro, que le tenía cubierto [*] de polvo; y apenas le hubo limpiado, cuando le conoció [10] y le dijo:



—Señor Quijana [*][11] —que así se debía de llamar cuando él tenía juicio y no había pasado de hidalgo sosegado a caballero andante—, ¿quién ha puesto a vuestra merced desta suerte?



Pero él seguía con su romance a cuanto le preguntaba. Viendo esto el buen hombre, lo mejor que pudo le quitó el peto y espaldar, para ver si tenía alguna herida, pero no vio sangre ni señal alguna. Procuró levantarle del suelo, y no con poco trabajo le subió sobre su jumento, por parecerle [*] caballería más sosegada. Recogió las armas, hasta las astillas de la lanza, y liólas sobre Rocinante, al cual tomó de la rienda, y del cabestro al asno, y se encaminó hacia su pueblo, bien pensativo de oír los disparates que don Quijote decía; y no menos iba don Quijote, que, de puro molido y quebrantado, no se podía tener sobre el borrico y de cuando en cuando daba unos suspiros, que los ponía en el cielo [12], de modo que de nuevo obligó a que el labrador le preguntase le dijese qué mal sentía [13]; y no parece sino que el diablo le traía a la memoria los cuentos acomodados a sus sucesos, porque en aquel punto, olvidándose de Valdovinos, se acordó del moro Abindarráez [14], cuando el alcaide de Antequera, Rodrigo de Narváez, le prendió y llevó cautivo [*] a su alcaidía [15]. De suerte que, cuando el labrador le volvió a preguntar que cómo estaba y qué sentía, le respondió las mesmas palabras y razones que el cautivo Abencerraje respondía a Rodrigo de Narváez, del mesmo modo que él había leído la historia en La Diana de Jorge de Montemayor, donde se escribe; aprovechándose della tan a propósito [*], que el labrador se iba dando al diablo [16] de oír tanta máquina de necedades; por donde conoció que su vecino estaba loco, y dábale [*] priesa a llegar al pueblo por escusar el enfado [17] que don Quijote le causaba con su larga arenga [18]. Al cabo de lo cual [*] dijo:



—Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de Narváez, que esta hermosa Jarifa que he dicho es ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he hecho, hago y haré los más famosos hechos de caballerías que se han visto, vean ni verán en el mundo.



A esto respondió el labrador:



—Mire vuestra merced, señor, pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo de Narváez, ni el marqués [*] de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra merced es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el honrado hidalgo del señor Quijana [*].



—Yo sé quién soy [19] —respondió don Quijote—, y sé que puedo ser, no solo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia [20], y aun todos los nueve de la Fama [21], pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron se aventajarán las mías [22].



En estas pláticas y en otras semejantes llegaron al lugar, a la hora que anochecía, pero el labrador aguardó a que fuese algo más noche, porque no viesen al molido hidalgo tan mal caballero [23]. Llegada, pues, la hora que le pareció, entró en el pueblo, y en la casa de don Quijote, la cual halló toda alborotada, y estaban en ella el cura y el barbero del lugar, que eran grandes amigos de don Quijote, que estaba [*] diciéndoles su ama a voces:



—¿Qué le parece a vuestra merced, señor licenciado Pero Pérez —que así se llamaba el cura—, de la desgracia de mi señor? Tres [*] días ha que no parecen él, ni el rocín, ni la adarga, ni la lanza, ni las armas [24]. ¡Desventurada de mí!, que me doy a entender, y así es ello la verdad como nací para morir, que estos malditos libros de caballerías que él tiene y suele leer tan de ordinario le han vuelto el juicio; que ahora me acuerdo haberle oído decir muchas veces, hablando entre sí, que quería hacerse caballero andante e irse a buscar las aventuras por esos mundos. Encomendados sean a Satanás y a Barrabás tales libros, que así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la Mancha [25].



La sobrina decía lo mesmo, y aun decía más:



—Sepa, señor maese Nicolás (que este era el nombre del barbero), que muchas veces le aconteció a mi señor tío estarse leyendo en estos desalmados libros de desventuras [26] dos días con sus noches, al cabo de los cuales arrojaba el libro de las manos, y ponía mano a la espada, y andaba a cuchilladas con las paredes; y cuando estaba muy cansado decía que había muerto a cuatro gigantes como cuatro torres [27], y el sudor que sudaba del cansancio decía que era sangre de las feridas que había recebido en la batalla, y bebíase luego un gran jarro de agua fría [28], y quedaba sano y sosegado, diciendo que aquella agua era una preciosísima bebida que le había traído el sabio Esquife [29], un grande encantador y amigo suyo. Mas yo me tengo la culpa de todo, que no avisé a vuestras mercedes de los disparates de mi señor tío, para que los remediaran [*] antes de llegar a lo que ha llegado, y quemaran todos estos descomulgados libros, que tiene muchos que bien merecen ser abrasados, como si fuesen de herejes.



—Esto digo yo también —dijo el cura—, y a fee [*] que no se pase el día de mañana sin que dellos no se haga acto público [30], y sean condenados al fuego, porque no den ocasión a quien los leyere de hacer lo que mi buen amigo debe de haber hecho.



Todo esto estaban oyendo el labrador y don Quijote, con que acabó de entender el labrador la enfermedad de su vecino y, así, comenzó a decir a voces:



—Abran vuestras mercedes al señor Valdovinos y al señor marqués de Mantua, que viene malferido [31], y al señor moro Abindarráez, que trae cautivo el valeroso Rodrigo de Narváez, alcaide de Antequera.



A estas voces salieron todos, y como conocieron los unos a su amigo, las otras a su amo y tío, que aún no se había apeado del jumento, porque no podía, corrieron a abrazarle. Él dijo:



—Ténganse todos, que vengo malferido, por la culpa de mi caballo. Llévenme a mi lecho, y llámese, si fuere posible, a la sabia Urganda, que cure [*] y cate de mis feridas [32].



—¡Mirá, en hora maza [33] —dijo a este punto el ama—, si me decía a mí bien mi corazón del pie que cojeaba mi señor [34]! Suba vuestra merced en buen hora, que, sin que venga esa hurgada [*][35], le sabremos aquí curar. ¡Malditos, digo, sean otra vez y otras ciento estos libros de caballerías, que tal han parado a vuestra merced [36]!



Lleváronle [*] luego a la cama, y, catándole las feridas, no le hallaron ninguna; y él dijo que todo era molimiento, por haber dado una gran caída con Rocinante, su caballo, combatiéndose con diez jayanes [37], los más desaforados y atrevidos que se pudieran fallar en gran parte de la tierra [38].

—¡Ta, ta! —dijo el cura—. ¿Jayanes hay en la danza? Para mi santiguada [39] que yo los queme mañana antes que llegue la noche.



Hiciéronle a don Quijote mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa sino que le diesen de comer y le dejasen dormir [40], que era lo que más le importaba. Hízose así, y el cura se informó muy a la larga del labrador del modo que había hallado a don Quijote. Él se lo contó todo, con los disparates que al hallarle y al traerle había dicho, que fue poner más deseo en el licenciado de hacer lo que otro día hizo [41], que fue llamar a su amigo el barbero maese Nicolás, con el cual se vino a casa de don Quijote.



Capítulo VI



Del donoso y grande escrutinio que el cura y el barbero hicieron en la librería de nuestro ingenioso hidalgo



El cual aún todavía dormía [1]. Pidió las llaves a la sobrina del aposento donde estaban los libros autores del daño, y ella se las dio de muy buena gana. Entraron dentro todos, y la ama con ellos, y hallaron más de cien cuerpos de libros grandes, muy bien encuadernados [2], y otros pequeños; y, así como el ama los vio [3], volvióse a salir del aposento con gran priesa, y tornó luego con una escudilla de agua bendita y un hisopo [4], y dijo:



—Tome vuestra merced, señor licenciado; rocíe este aposento, no esté aquí algún encantador de los muchos que tienen estos libros, y nos encanten, en pena de las [*] que les queremos dar echándolos del mundo [5].



Causó risa al licenciado la simplicidad del ama [*][6] y mandó al barbero que le fuese dando de aquellos libros uno a uno, para ver de qué trataban, pues podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego [7].



—No —dijo la sobrina—, no hay para qué perdonar a ninguno, porque todos han sido los dañadores: mejor será arrojallos [*] por las ventanas al patio y hacer un rimero dellos [8] y pegarles fuego; y, si no, llevarlos al corral, y allí se hará la hoguera, y no ofenderá el humo [9].



Lo mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de aquellos inocentes; mas el cura no vino en ello [10] sin primero leer siquiera los títulos. Y el primero que maese Nicolás le dio en las manos fue Los cuatro de Amadís de Gaula [11], y dijo el cura:



—Parece cosa de misterio esta [12], porque, según he oído decir, este libro fue el primero de caballerías que se imprimió en España, y todos los demás han tomado principio y origen deste; y, así, me parece que, como a dogmatizador de una secta tan mala, le debemos sin escusa alguna condenar al fuego.



—No, señor —dijo el barbero—, que también he oído decir que es el mejor [*] de todos los libros que de este género se han compuesto; y así, como a único en su arte, se debe perdonar.



—Así es verdad —dijo el cura—, y por esa razón se le otorga la vida por ahora. Veamos esotro que está junto a él.



—Es —dijo el barbero— Las sergas de Esplandián [13], hijo legítimo de Amadís de Gaula [14].



—Pues en verdad —dijo el cura— que no le ha de valer al hijo la bondad del padre. Tomad, señora ama, abrid esa ventana y echadle al corral, y dé principio al montón de la hoguera que se ha de hacer.



Hízolo así el ama con mucho contento, y el bueno de Esplandián fue volando al corral, esperando con toda paciencia el fuego que le amenazaba.



—Adelante —dijo el cura.



—Este que viene —dijo el barbero— es Amadís de Grecia [15], y aun todos los deste lado, a lo que creo, son del mesmo linaje de Amadís.



—Pues vayan todos al corral —dijo el cura—, que a trueco de quemar a la reina Pintiquiniestra, y al pastor Darinel [*], y a sus églogas, y a las endiabladas y revueltas razones de su autor, quemaré [*] con ellos al padre que me engendró, si anduviera en figura de caballero andante.



—De ese parecer soy yo —dijo el barbero.



—Y aun yo —añadió la sobrina.



—Pues así es —dijo el ama—, vengan, y al corral con ellos.



Diéronselos, que eran muchos, y ella ahorró la escalera y dio con ellos por la ventana abajo.



—¿Quién es ese tonel [16]? —dijo el cura.



—Este es —respondió el barbero— Don Olivante de Laura [17].



—El autor de ese libro —dijo el cura— fue el mesmo que compuso a Jardín [*] de flores [18], y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdadero o, por decir mejor, menos mentiroso; solo sé decir que este irá al corral, por disparatado y arrogante.



—Este que se sigue es Florismarte [*] de Hircania [19] —dijo el barbero.



—¿Ahí está el señor Florismarte? —replicó el cura—. Pues a fe que ha de parar presto en el corral, a pesar de su estraño nacimiento y soñadas [*] aventuras, que no da lugar a otra cosa la dureza y sequedad de su estilo. Al corral con él, y con esotro, señora ama.



—Que me place, señor mío —respondía ella; y con mucha alegría ejecutaba lo que le era mandado.



—Este es El caballero Platir [20] —dijo el barbero.



—Antiguo libro es ese —dijo el cura—, y no hallo en él cosa que merezca venia [21]. Acompañe a los demás sin réplica.



Y así fue hecho. Abrióse otro libro y vieron que tenía por título El caballero de la Cruz [22].



—Por nombre tan santo como este libro tiene, se podía perdonar su ignorancia; mas también se suele decir «tras la cruz está el diablo» [23]. Vaya al fuego.



Tomando el barbero otro libro, dijo:



—Este es Espejo de caballerías [24].



—Ya conozco a su merced —dijo el cura—. Ahí anda el señor Reinaldos de Montalbán con sus amigos y compañeros, más ladrones que Caco [25], y los Doce Pares, con el verdadero historiador Turpín [26], y en verdad que estoy por condenarlos no más que a destierro perpetuo, siquiera porque tienen parte de la invención del famoso Mateo Boyardo [27], de donde también tejió su tela [28] el cristiano poeta Ludovico Ariosto [29]; al cual, si aquí le hallo, y que habla en otra lengua que la suya [30], no le guardaré respeto alguno, pero, si habla en su idioma, le pondré sobre mi cabeza [31].



—Pues yo le tengo en italiano —dijo el barbero—, mas no le entiendo.



—Ni aun fuera [*] bien que vos le entendiérades [32] —respondió el cura—; y aquí le perdonáramos al señor capitán que no le hubiera traído a España y hecho castellano, que le quitó mucho de su natural valor, y lo mesmo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua, que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento. Digo, en efeto, que este libro y todos los que se hallaren que tratan destas cosas de Francia [33] se echen y depositen en un pozo seco [34], hasta que con más acuerdo se vea lo que se ha de hacer dellos, ecetuando a un Bernardo del Carpio que anda por ahí [35], y a otro llamado Roncesvalles [36]; que estos, en llegando a mis manos, han de estar en las del ama, y dellas en las del fuego, sin remisión alguna.



Todo lo confirmó el barbero y lo tuvo por bien y por cosa muy acertada, por entender que era el cura tan buen cristiano y tan amigo de la verdad, que no diría otra cosa por todas las del mundo. Y abriendo otro libro vio que era Palmerín de Oliva [37], y junto a él estaba otro que se llamaba Palmerín de Ingalaterra [38]; lo cual visto por el licenciado, dijo:



—Esa oliva se haga luego rajas y se queme [39], que aun no queden della las cenizas, y esa palma de Ingalaterra se guarde y se conserve como a cosa única, y se haga para ello [*] otra caja como la que halló Alejandro en los despojos de Dario [40], que la diputó para guardar en ella las obras del poeta Homero. Este libro, señor compadre, tiene autoridad por dos cosas: la una, porque él por sí es muy bueno; y la otra, porque es fama que le compuso un discreto rey de Portugal. Todas las aventuras del castillo de Miraguarda son bonísimas y de grande artificio [41]; las razones, cortesanas y claras, que guardan y miran el decoro del que habla, con mucha propriedad y entendimiento. Digo, pues, salvo vuestro buen parecer, señor maese Nicolás, que este y Amadís de Gaula queden libres del fuego, y todos los demás, sin hacer más cala y cata [42], perezcan.



—No, señor compadre —replicó el barbero—, que este que aquí tengo es el afamado Don Belianís [43].



—Pues ese —replicó el cura—, con la segunda, tercera y cuarta parte, tienen necesidad de un poco de ruibarbo para purgar la demasiada cólera suya [44], y es menester quitarles todo aquello del castillo de la Fama y otras impertinencias de más importancia [45], para lo cual se les da término ultramarino [46], y como se enmendaren, así se usará con ellos de misericordia o de justicia; y en tanto, tenedlos vos, compadre, en vuestra casa, mas no los dejéis leer a ninguno [47].



—Que me place —respondió el barbero.



Y, sin querer cansarse más en leer libros de caballerías, mandó [*] al ama que tomase todos los grandes [48] y diese con ellos en el corral. No se dijo a tonta ni a sorda, sino a quien tenía más gana de quemallos que de echar una tela [49], por grande y delgada que fuera; y asiendo casi ocho de una vez, los arrojó por la ventana. Por tomar muchos juntos, se le cayó uno a los pies del barbero, que le tomó gana de ver de quién era, y vio que decía Historia del famoso caballero Tirante el Blanco [50].



—¡Válame Dios [51] —dijo el cura, dando una gran voz—, que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre, que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está don Quirieleisón de Montalbán, valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalbán, y el caballero Fonseca, con la batalla que el valiente de Tirante [*] hizo con el alano, y las agudezas de la doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la señora Emperatriz, enamorada de Hipólito, su escudero [52]. Dígoos verdad, señor compadre, que por su estilo es este el mejor libro del mundo: aquí comen los caballeros, y duermen y mueren en sus camas, y hacen testamento antes de su muerte, con estas [*] cosas de que todos los demás libros deste género carecen [53]. Con todo eso, os digo que merecía el que le [*] compuso, pues no hizo [*] tantas necedades de industria, que le echaran a galeras por todos los días de su vida [54]. Llevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto dél os he dicho.









—Así será —respondió el barbero—, pero ¿qué haremos destos pequeños libros que quedan?



—Estos —dijo el cura— no deben de ser de caballerías, sino de poesía.



Y abriendo uno vio que era La Diana de Jorge de Montemayor [55], y dijo, creyendo que todos los demás eran del mesmo género:



—Estos no merecen ser quemados, como los demás, porque no hacen ni harán el daño que los de caballerías han hecho, que son libros de entretenimiento [*] sin perjuicio de tercero [56].



—¡Ay, señor! —dijo la sobrina—, bien los puede vuestra merced mandar quemar como a los demás, porque no sería mucho que, habiendo sanado mi señor tío de la enfermedad caballeresca, leyendo estos se le antojase de hacerse pastor [57] y andarse por los bosques y prados cantando y tañendo, y, lo que sería peor, hacerse poeta, que según dicen es enfermedad incurable y pegadiza [58].



—Verdad dice esta doncella —dijo el cura—, y será bien quitarle a nuestro amigo este tropiezo y ocasión delante [*]. Y pues comenzamos por La Diana de Montemayor, soy de parecer que no se queme, sino que se le quite todo aquello que trata de la sabia Felicia y de la [*] agua encantada [59], y casi todos los versos mayores [60], y quédesele enhorabuena la prosa, y la honra de ser primero en semejantes libros.



—Este que se sigue —dijo el barbero— es La Diana llamada segunda del Salmantino [61]; y este, otro que tiene el mesmo nombre, cuyo autor es Gil Polo [62].

—Pues la del Salmantino —respondió el cura— acompañe y acreciente el número de los condenados al corral, y la de Gil Polo se guarde como si fuera del mesmo Apolo; y pase adelante, señor compadre, y démonos prisa, que se va haciendo tarde.



—Este libro es —dijo el barbero abriendo otro— Los diez libros de Fortuna de amor [*], compuestos por Antonio de Lofraso, poeta sardo [63].



—Por las órdenes que recebí —dijo el cura— que desde que Apolo fue Apolo, y las musas musas, y los poetas poetas, tan gracioso ni tan disparatado libro como ese no se ha compuesto, y que, por su camino, es el mejor y el más único de cuantos deste género han salido a la luz del mundo [64], y el que no le ha leído puede hacer cuenta que no ha leído jamás cosa de gusto. Dádmele acá, compadre, que precio más haberle hallado que si me dieran una sotana de raja de Florencia [65].



Púsole aparte con grandísimo gusto, y el barbero prosiguió diciendo:



—Estos que se siguen son El pastor de Iberia, Ninfas de Henares y Desengaños de celos [66].



—Pues no hay más que hacer —dijo el cura—, sino entregarlos al brazo seglar del ama [67], y no se me pregunte el porqué, que sería nunca acabar.



—Este que viene es El pastor de Fílida [68].



—No es ése pastor —dijo el cura—, sino muy discreto cortesano: guárdese como joya preciosa.



—Este grande que aquí viene se intitula —dijo el barbero— Tesoro de varias poesías [69].



—Como ellas no fueran tantas —dijo el cura—, fueran más estimadas: menester es que este libro se escarde y limpie de algunas bajezas que entre sus grandezas tiene; guárdese, porque su autor es amigo mío, y por respeto de otras más heroicas y levantadas obras que ha escrito.



—Este es —siguió el barbero— el Cancionero de López Maldonado [70].



—También el autor de ese libro —replicó el cura— es grande amigo mío, y sus versos en su boca admiran a quien los oye, y tal es la suavidad de la voz con que los canta, que encanta. Algo largo es en las églogas, pero nunca lo bueno fue mucho; guárdese con los escogidos. Pero ¿qué libro es ese que está junto a él?



—La Galatea de Miguel de Cervantes [71] —dijo el barbero.



—Muchos años ha que es grande amigo mío ese Cervantes, y sé que es más versado en desdichas que en versos. Su libro tiene algo de buena invención: propone algo, y no concluye nada; es menester esperar la segunda parte que promete: quizá con la emienda alcanzará del todo la misericordia que ahora se le niega [72]; y entre tanto que esto [*] se ve, tenedle recluso en vuestra posada, señor compadre.



—Que me place —respondió el barbero—. Y aquí vienen tres todos juntos: La Araucana [*] de don Alonso de Ercilla [*][73], La Austríada de Juan Rufo, jurado de Córdoba [74], y El Monserrato [*] de Cristóbal de Virués, poeta valenciano [75].



—Todos esos tres libros —dijo el cura— son los mejores que en verso heroico en lengua castellana están escritos [76], y pueden competir con los más famosos de Italia; guárdense como las más ricas prendas de poesía que tiene España.



Cansóse el cura de ver más libros, y así, a carga cerrada [77], quiso que todos los demás se quemasen; pero ya tenía abierto uno el barbero, que se llamaba Las lágrimas de Angélica [78].



—Lloráralas yo —dijo el cura en oyendo el nombre— si tal libro hubiera mandado quemar, porque su autor fue uno de los famosos poetas del mundo, no solo de España, y fue felicísimo en la tradución de algunas fábulas de Ovidio [79].